Jesús estaba un día rodeado de gente. Llegaron fuera su madre y sus hermanos. En la época de Jesús se llamaba hermanos a todos los primos y la familia cercana. Como había mucha gente dentro de la casa, ellos avisaron para que Jesús saliese.
Pero cuando un amigo le dijo a Jesús “Oye, sal corriendo que están fuera tu madre y tus hermanos”, Jesús contestó:
“¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?” Todos le miraban un poco sorprendidos, porque pensaban: pues hombre, María y el resto de la familia, ¿no?
Pero Jesús les dijo: “Mirad, mi madre y mis hermanos son cualquiera que cumpla la voluntad de Dios. Ese es mi hermano, y mi hermana y mi madre”. Y con eso, lo que les quería decir es que hacer lo que Dios quiere es más importante incluso que la propia familia.
¡Que se haga tu voluntad, Señor! En tantas personas que no conozco…
¡Que se haga tu voluntad, Señor! En mi colegio y en mis estudios…
¡Que se haga tu voluntad, Señor! En mis juegos y mis sueños…
¡Que se haga tu voluntad, Señor! En el campo y en la ciudad…
¡Que se haga tu voluntad, Señor! En cada momento y en cada rincón.