NARRADOR: En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a la casa de Simón y Andrés. Por el camino iban diciendo:
SANTIAGO: No olvidaré nunca lo que hiciste, Jesús, en la Sinagoga.
JUAN: ¡Está claro que Jesús eres el mejor y más maravilloso!
NARRADOR: Cuando llegaron a la casa de Simón.
JUAN: ¿Cómo está tu suegra, Simón? Nos han dicho que estaba enferma.
SIMÓN: Bueno, lleva muchos días con fiebre y no le baja.
NARRADOR: Él se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles.
JUDÍO 1: ¡Maestro! aquí fuera hay mucha gente que desea hablarte.
JESÚS: Diles que pasen
Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar.
SUEGRA: Es muy tarde, Jesús. ¿Por qué no descansas un rato?
NARRADOR: Se levantó de madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y allí se puso a orar.
NARRADOR: Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron:
SIMÓN: Todo el mundo te busca.
JESÚS: ¿Aún no habéis entendido nada, amigos? He venido para ayudar a todos, no a unos pocos. Vámonos de aquí.
JESÚS: Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.
NARRADOR: Así recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.
Ayúdame a curar todo lo que he hecho mal,
todo lo que no me deja estar tranquilo,
mis enfados y egoísmo.
mis actitudes;
y dame tus sentimientos,
llena de ti todos mis miedos.
Haz que me sienta mejor hablando contigo.