EPN | CICLO B – SAGRADA FAMILIA

25 diciembre 2023

Lc 2,22-40

NARRADOR: Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones». Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías a quien el Señor había de enviar. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:

SIMEON: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos “han visto a tu Salvador”, a quien has presentado antes todos los pueblos: “luz para alumbrar a las naciones” y gloria de tu pueblo Israel.

NARRADOR: Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre:

SIMEON: Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones.

NARRADOR: Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, Jesús y sus padres volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.

nacimiento, para ofrecerlo al Señor Dios según la costumbre de los judíos. Dieron gracias por el niño y ofrecieron como regalo dos palomas. Estaba por allí un anciano llamado Simeón que al ver al niño en brazos de su madre dijo: «¡Gracias a Dios porque estoy viendo con mis propios ojos a quien será luz para iluminar a nuestro pueblo y a todas las naciones de la tierra! Ya puedo morir en paz».
Oh señor Jesús,
te pido que te quedes en mi corazón,
que sigas siendo el centro de mi vida
y que sigas guiando mi caminar.
Dame la fe que tuvo Simeón para así
poder entender lo que quieres para mí.
Te doy gracias por tu gran sacrificio de amor.

Vamos a jugar

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