Discípulo 1: Mira, Maestro, por allí vienen unos fariseos. Se les habrá ocurrido algo nuevo para molestarte. Parece que no tuvieron bastante con aquello de la moneda del César.
Discípulo 2: Sus cabezas están llenas de leyes, se creen los más listos y muy buenos por saberlas todas de memoria, y no toleran que tú, Jesús, sepas más que ellos y les dejes mal.
Fariseo 1: Maestro, queremos hacerte una pregunta: Como tú lo sabes todo podrás respondernos. Estamos seguros de que sí.
Fariseo 2: Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?
Jesús: ¿Por qué queréis ponerme a prueba otra vez?
Fariseo 1: ¡Nooo!, ¡qué va!, Es que nosotros también nos liamos con tantas normas.
Fariseo 2: Y nos queremos saber tu opinión.
Jesús: « Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente».
Fariseo 1: ¿Y cuál es el segundo?.
Jesús: El segundo es tan importante como el primero.
Fariseo 2: Pues, va dinoslo.
Jesús: El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Discípulo 1: ¿Por qué son tan importantes estos dos mandamientos?
Ayúdame a amar a los demás con todo mi corazón.
Que mi amor no sea sólo un deseo sino que se concrete en buenas obras.
Quiero experimentar tu cercanía para que pueda aprender a querer a los demás,
como Tú me quieres.