Evangelio Jn 9,1-41
NARRADOR: En aquel tiempo, al pasar Jesús, vio un hombre ciego de nacimiento, que pedía limosna.
CIEGO: ¡Una limosna para este pobre ciego! ¡Por piedad, una limosna!
DISCÍPULO: Maestro ¿quién pecó, él o sus padres para que naciera ciego?
JESÚS: Ni pecó él ni sus padres. Es ciego para que todos sepan que yo soy la luz del mundo.
NARRADOR: Jesús llega hasta el ciego, se inclina, escupe en la tierra, hace barro y se lo pone en los ojos.
JESÚS: Amigo, ve a lavarte a la piscina de Siloé.
DISCÍPULO: Maestro ¿en quién confía el ciego para obedecerte?
¿En ti o en la medicina?
JESÚS: Ha confiado en mí, eso le curará. Vámonos, que nos esperan.
NARRADOR: El ciego fue, se lavó y volvió con vista.
CIEGO: ¡Veo…! ¡Veo…! ¡Veo…! ¡Veo…!
NARRADOR: Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
VECINO: ¿Es ese el que se sentaba a pedir? Se le parece mucho.
CIEGO: ¡Sí, sí, sí… soy yo!
VECINO: ¿Y cómo es que ahora ves?
CIEGO: Ese hombre al que llaman Jesús, hizo barro, me lo puso en los ojos, dijo que fuera a Siloé a lavarme, me lavé, y ya veo.
VECINO: ¿Dónde está él?
CIEGO: No lo sé.
NARRADOR: Los vecinos llevaron ante los fariseos al que había sido ciego.
VECINO: Sacerdotes, fariseos, hoy es sábado y un tal Jesús ha curado a este ciego de nacimiento.
SACERDOTE: ¿Cómo ha sucedido?
CIEGO: Me puso barro en los ojos, me lavé y veo.
SACERDOTE: Si viniera de Dios guardaría el sábado. Todo el que diga que Jesús es el Mesías, será expulsado de la sinagoga ¿Y tú, ciego, que piensas de él?
CIEGO: Seguro que es un profeta.
NARRADOR: El enfado de los sacerdotes iba a más. Veían que más y más gente creían en Él.
SACERDOTE: Este nos toma el pelo. ¡Llamad a sus padres!
PADRES: Sabemos que es nuestro hijo, y que nació ciego… Pero no sabemos quién le ha curado y por qué. Preguntádselo a él. ¡Ya es mayorcito!
SACERDOTE: Tú, ¡contesta! ¿Por qué ves ahora?
Confiesa que Jesús es un pecador.
CIEGO: Si es un pecador, no lo sé. Sólo sé que era ciego y ahora veo.
SACERDOTE: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?
CIEGO: Os lo he dicho ya. ¿Es que queréis ser discípulos suyos?
SACERDOTE: ¡Eso lo serás tú! Nosotros somos discípulos de Moisés. A Moisés le habló Dios. Pero éste… ¿de dónde viene?
CIEGO: Vosotros decís que Dios no escucha a los malos, sino a los buenos. Si Jesús no viniera de Dios… ¡No podría hacer milagros!
SACERDOTE: Te crees muy listo, y estás lleno de pecado. ¡Fuera de la Sinagoga, fuera! ¡Ya no eres judío!
NARRADOR: Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
JESÚS: ¡Oye, escucha! ¿Crees en el Hijo del Hombre?
CIEGO: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
JESÚS: Lo estás viendo. Es el que habla contigo.
CIEGO: Creo, Señor.
JESÚS: Para un juicio he venido yo al mundo: para que los que no ven, vean y los que ven, se queden ciegos.
SACERDOTE: ¿También nosotros estamos ciegos?
JESÚS: Si fuerais ciegos, no tendríais pecado; pero, como decís que veis, vuestro pecado sigue ahí.