Francisco Javier López Luna recibía el pasado 7 de abril su segunda absolución. El Supremo apoyaba la decisión de la Audiencia Provincial que le exculpó de haber cometido abusos sexuales y agresiones físicas sobre una treintena de alumnos durante su etapa de director del colegio Salesianos de Cádiz, de 2011 a 2013. Dice que no puede estar «contento» después de haber «vivido un calvario» que ha durado cuatro años. Sí confiesa que está «aliviado». El sacerdote ha hablado en contadas ocasiones. Por imperativo legal, ante los jueces y la Policía, y tras la primera sentencia en la que midió mucho sus palabras a la espera de que el fallo fuera firme. Ahora, tras la resolución que tanto esperaba, el exdirector concede esta entrevista a LA VOZ.
-En primer lugar, ¿cómo se encuentra tras la absolución del Supremo?
-Puedo resumir lo que siento en dos palabras: aliviado y sereno. También me sirve una frase del profeta Isaías: «La amargura se volvió paz». Es lo que podría resumir mi estado actual. Sin embargo, mis seres queridos, como mi familia y amigos, están alegres. Pero en mí no puede haber alegría porque ha sido un momento muy doloroso en mi vida.
-Una vez que el asunto se ha resuelto judicialmente, ¿cómo ha vivido estos cuatro años desde que se interpuso la primera denuncia contra usted en 2013?
-Desde el minuto uno lo llevé con muchísimo dolor. Mi despacho de puertas abiertas se vio cerrado como nunca lo estuvo, irrumpido por unos padres que me agredieron y amenazaron como se demostró después en los juzgados. Ahí comenzó este calvario de cuatro años. Desde entonces hasta este bendito día 7 de abril, con la comunicación del Supremo, todo ha sido dolor, sufrimiento y una amargura tremenda, incalculable. De mí y de muchas personas que me rodean y lo han vivido a mi lado.
El paso por la cárcel
-Fue detenido y después encarcelado, ¿cómo recuerda esos momentos?
-(Silencio)… Cuando aquel 16 de julio a las tres y media de la tarde me dijo la cocinera que había dos policías buscándome, no pensé que venían a por mí. Creí que había pasado algo en el colegio, otro incidente. Cuando me leyeron los derechos, lo recuerdo como si se tratara de una película o una pesadilla, pero la verdad es que en ese momento la mente se me bloqueó. Me llevaron a la comisaría. Allí pasé a los calabozos y cuando se cerró aquella puerta se me cayó el techo encima. Estuve allí 72 horas, más el tiempo que permanecí en sede judicial hasta pasadas las doce de la noche cuando me trasladaron a prisión. Eso fue también muy duro. No hay palabra que defina cómo te sientes … y encima ¡por lo que yo estaba allí! Además no hay que olvidar que yo ya entré identificado con nombre y apellido porque el caso salió en todos los medios y los presos lo pudieron saber, por lo tanto, fue tremendo. Lo superé día a día gracias a los profesionales que hoy hay en nuestras prisiones que articularon el tratamiento propio para un caso como el mío.