Entrevista a Federico Mayor Zaragoza

27 junio 2014

1.- En septiembre de 2000, los 189 países miembros de las Naciones Unidadas establecieron ocho propósitos de desarrollo humano, los llamados Objetivos del Milenio. A las puertas de 2015 ¿qué valoración hace de la consecución de los mismos, especialmente en lo referente a la enseñanza primaria universal?
 
Tanto en el caso de la enseñanza universal como de los otros siete grandes Objetivos del Milenio, no se han cumplido las previsiones -que en algunos casos- ya eran muy inferiores a las que razonablemente debían establecerse –porque no había voluntad alguna por parte de las grandes potencias de proceder, de una vez, a facilitar el desarrollo sostenible.  La “globalización neoliberal”, había ya abandonado las prioridades que se fijaron para el desarrollo al fundarse las Naciones Unidas en 1945, cuando la palabra clave para la cooperación internacional era “com-partir”, y relegado a las Naciones Unidas, sustituyéndolas por grupos plutocráticos de 7 u  8 países, basando toda su acción en les leyes del mercado y no en los “principios democráticos” tan lúcidamente establecidos en el Preámbulo de la Constitución de la UNESCO.

En efecto, al terminar la segunda gran guerra, en 1945, se estableció con gran clarividencia que a partir de entonces debía construirse la paz y tener presentes permanentemente a las generaciones venideras.  Esta era la labor principal de los ciudadanos, de “los pueblos”.  No me canso de repetir que hoy deberíamos adoptar de nuevo a escala mundial el principio de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.  Este compromiso supremo de cada generación con la siguiente, que tanto subrayaba el propio Presidente Nelson Mandela, debería ahora inspirar las transformaciones inaplazables que la igual dignidad humana exige.

“No hay dinero” fue la respuesta que recibieron las promotores de los Objetivos del Milenio del “gran dominio” (militar, financiero, mediático y energético) a finales del siglo XX.  La vergüenza colectiva de que cada día mueran de inanición más de 50.000 personas, de ellas la mayoría niños y niñas de 1 a 5 años de edad, al tiempo que se invierten en gastos militares y artificios bélicos casi 4.000 millones de dólares, no se solucionaba con el sistema que, cortoplacista, procuraba su propia expansión sin tener en cuenta las necesidades del conjunto de la humanidad.  En efecto, sus “beneficios” se referían exclusivamente al 20% de los habitantes de la Tierra, que habitan en el “barrio próspero” de la aldea global.  El resto de los seres humanos, vivían y viven, en un gradiente progresivo de precariedades, fuera de esta “área protegida”.

En los últimos años las cosas han cambiado mucho, y el poder ciudadano, que ya puede ahora expresarse, procurará los cambios radicales que se requieren y que situarán a los Objetivos del Milenio en otras escalas, refundando a las Naciones Unidas y dotando a las mismas de los medios personales, financieros y técnicos indispensables.

Y la prioridad referida a la educación no será la de “enseñanza primaria universal” sino que, como estableció la UNESCO en 1990, será la “educación para todos a lo largo de toda la vida”.

2.- ¿Hay que seguir aumentando la ayuda internacional para el desarrollo en programas educativos? ¿De qué manera influye la educación en el desarrollo de los pueblos más empobrecidos?
 
No ha habido “ayuda internacional”.  En realidad, la “ayuda” se sustituyó rápidamente por los “préstamos”, concedidos en condiciones draconianas, de un Banco Mundial que había ya omitido su apellido original (“para la Reconstrucción y el Desarrollo”) y que acompañaba los créditos exigiendo al prestatario la reducción de los efectivos administrativos, la privatización y la realización de grandes obras de infraestructuras, que el propio prestamista se encargaba de llevar a efecto.  El “ajuste estructural” ha sido otra de las ominosas imposiciones   a quienes en lugar de facilitar el desarrollo integral, endógeno, sostenible y humano de todos los países, se dedicaban, pura y llanamente a explotarlos.

Hace poco OXFAM ha publicado que existen actualmente 85 personas que tienen una riqueza equivalente a la mitad de la humanidad (3.300 millones de seres humanos).  En consecuencia lo que debe hacerse, con gran rapidez para no llegar a puntos potencialmente irreversibles, es completar la Declaración Universal de los Derechos Humanos con un contexto de democracia genuina, que permita su pleno ejercicio a todos los seres humanos. Todo lo demás, serán parches, soluciones aparentes para seguir impidiendo que sean “los pueblos” quienes tomen el destino común en sus manos. En el diseño de Roosevelt, el Sistema de las Naciones Unidas se hallaba compuesto, alrededor del núcleo de la ONU, por instituciones relacionadas con el trabajo (OIT), la salud (OMS), la alimentación (FAO), la educación, la ciencia y la cultura (UNESCO), la infancia (UNICEF), el desarrollo (PNUD)…  Había, pues, unas “prioridades” que deben ahora sustituir, en una economía desarrollo global basada en el conocimiento, a la actual economía de especulación, deslocalización productiva y guerra.  Estas prioridades son alimentación; agua potable; salud; medio ambiente; educación y paz.
Es necesario un gran clamor popular, una gran movilización pacífica liderada por las comunidades académica, científica, intelectual, artística,… creadora, en suma.  Son los ciudadanos “educados”, es decir, libres y responsables, según la inmejorable definición de la UNESCO, los que deben liderar esta gran inflexión histórica que se avecina.

3.- En España, la escuela viene sufriendo recortes ahora a cuenta de la crisis, pero realmente sufre un problema aún más grave al no tener acordado un Pacto de Estado de Educación. ¿qué posibilidades hay de que esto vaya a cambiar? ¿qué pasos deberían dar los partidos políticos para dejar de lado las diferencias y acordar una ley de Educación estable e independiente del partido político que esté al frente del gobierno?

Lo primero que debe cambiarse es el actual sistema democrático que, disponiendo uno de los partidos de la mayoría absoluta parlamentaria, puede imponer leyes que atienden sólo los intereses y puntos de vista de una parte de la población.  Hay cuatro pilares de la democracia  genuina que no pueden decidirse de esta forma “legal” pero antidemocrática (la palabra “absoluta” y democracia, son incompatibles): la justicia, la educación, la sanidad y la ciencia.  Ello requiere un gran pacto nacional que hasta ahora no ha podido establecerse pero que -deben tomar nota de ello los líderes políticos- no tardará en constituir una gran “marea” a escala nacional e internacional, porque ahora los ciudadanos tienen ya conciencia global, son “ciudadanos del mundo” y pueden expresarse libremente.

No son los informes de una institución internacional de carácter primordialmente económico, la OCDE, los que debe inspirar los cambios educativos sino las de aquellas que  están especialmente dedicadas a la educación en sus distintos grados, como la UNESCO, que reciben y difunden las experiencias de un gran número de docentes, pedagogos, filósofos, sociólogos…   El Informe sobre la Educación en el Siglo XXI de la Comisión que presidió a principios de la década de los 90 Jacques Delors, puede orientar muy bien cuáles deben ser los mimbres esenciales de las nuevas grandes directrices educativas.

4.- Además de la escuela como estructura formal ¿Qué otros agentes influyen en la educación como ciudadanos/as responsables de los chicos y chicas en nuestro país?

Está claro que la escuela es absolutamente esencial en el proceso educativo –“la escuela es nuestro futuro, nuestro camino y nuestro sueño, decía hace unos días una estudiante de Almería – pero la educación es algo cotidiano, y el aprendizaje a ser, a conocer, a hacer, a vivir juntos, a emprender… tiene lugar por la confluencia de todas las dimensiones de la vida real: en primer lugar, la familia, los progenitores, que siguen siendo los grandes protagonistas de la educación; el contexto familiar; los medios de comunicación; las tecnologías de la información; la sociedad en su conjunto.  Debemos tenerlos todos muy en cuenta: la escuela es fundamental, pero es la responsabilidad de todos formar a  ciudadanos del mundo, con conciencia global, que puedan esclarecer horizontes hoy tan sombríos e iluminar los caminos del mañana.

5.- ¿Qué podemos hacer, desde las ONGD, para seguir construyendo una ciudadanía activa que sea motor de cambio hacia mejores cotas de justicia social?

Las ONGD deben seguir trabajando con la misma solidaridad (“intelectual y moral”) con que lo han hecho hasta ahora y, al mismo tiempo, favorecer y fortalecer que sea  la voz de todos los ciudadanos la que se exprese y permita llevar  a término el objetivo más importante: la calidad de educación para todos los seres humanos.  De ello depende su igual dignidad.  De ello depende que el legado que dejen las actuales generaciones a las venideras sea el que corresponde a este “nuevo comienzo” que la Carta de la Tierra enuncia tan oportunamente.

El tiempo del silencio ha concluido.  Unamos voces y manos –manos ya siempre tendidas y nunca más alzadas ni armadas- para favorecer el advenimiento de este otro mundo posible que anhelamos.

Las ONGD han sido, son y serán piedra angular del nuevo edificio. 



 
 

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