1. ¿Cómo es un día en su vida?
Los días en la vida de un padre inspector son variadísimos. Se puede decir que no hay dos iguales. Casi todos ellos son intensos y tienen una triple dimensión: el encuentro con Dios en momentos como la Eucaristía, la meditación, la oración de las horas; el encuentro con los hermanos salesianos religiosos (reuniones, coloquios personales, comidas…) y el encuentro con los jóvenes, colaboradores laicos y Familia Salesiana. El peligro es que esto último se lleve la mayor parte de las energías, en detrimento de los dos primeros (activismo)… o que los momentos de encuentro explícito con Dios estén desconectados de los otros dos (espiritualismo, que es menos frecuente) Estos primeros días están siendo para mí muy intensos en viajes, visita a comunidades y obras, conocimiento de personas y situaciones. El extremo fue el día 29 de mayo, en que, partiendo de Huesca y llegado a Córdoba, visité seis comunidades recorriendo casi 900 km y conduciendo yo sólo, todo en 14 horas. No lo haré más: es poner a prueba a la Providencia y obligar a San Cristóbal a hacer horas extras.
2. ¿Puede contarnos como sintió la llamada a la vida religiosa?
Fue una auténtica llamada, es decir, que no fue algo que se me ocurrió a mí, sino una propuesta que me llegó desde fuera. El Padre Director del colegio de Badalona, donde yo era alumno, me hizo ir a su despacho y me preguntó formalmente si me gustaría ser salesiano. Yo, que quería ser maestro desde los seis años, y que me había “enamorado” de la forma de ser maestros de los salesianos (el estilo de Don Bosco), no puede decir otra cosa que “sí”. Tenía 12 años; fui vocación “tardía”, porque mis compañeros de aspirantado habían empezado a los 9 ó 10 años; yo llegué ya con dos años de retraso en el latín… y tuve que recuperarlos a marchas forzadas. Lo decisivo para que yo respondiese sí en ese momento fue el testimonio de los salesianos y el ambiente que yo pude vivir en mis cuatro años de alumno en Badalona. Todo ello me enamoró e hizo que quisiese vivir de la misma forma que mis maestros y en el mismo ambiente.
3. ¿Cuál ha sido su camino hasta llegar a ser Inspector de la Inspectoría “María Auxiliadora”?
Empecé a “ser salesiano” jurídicamente a los 16 años, con la primera profesión religiosa, en Godelleta (Valencia). Pasé tres años de formación en Sentmenat (Barcelona) y dos de tirocinio práctico en Barcelona-Rocafort. Me destinaron luego a una nueva fundación (“nueva presencia”, decíamos) en Barcelona-La Verneda, donde estuve los 11 años que dicha comunidad duró. Un año todavía de práctica pedagógica, cinco de estudiante de filosofía y teología (y periodismo) y cinco ya como sacerdote. A los 32 años, el Rector Mayor D. Egidio Viganó, acogiendo mi disponibilidad para ir a cualquier lugar de la Congregación, me envió a Paraguay, donde pasé 18 años hermosísimos, 6 de ellos como Padre Inspector. Cuando pensaba quedarme para siempre en Paraguay, D. Pascual Chávez, nuevo Rector Mayor, me pidió ir a Marruecos; fue otra etapa muy hermosa en mi vida salesiana, que duró 8 años. Cuando pensaba ya dejar mis huesos en esa tierra musulmana donde tan bien me sentía, de nuevo el P. Pascual me solicitó ir a Bolivia como Padre Inspector; allí he pasado sólo tres años y algunos meses… pero lo mismo ha supuesto un desgarramiento el tener que dejar a unas personas a las que mucho he querido y que me han querido mucho. El nuevo Rector Mayor, P. Angel Fernández, asesorado por el anterior, me pidió hace apenas unas semanas aceptar reemplazarle en el cargo que él debía asumir. No pude ni quise ni supe negarme… como en las anteriores ocasiones. España, Paraguay, Marruecos, Bolivia… y nuevamente España. Estas cuatro naciones son mis “cuatro esposas” o amores (como he estado en tierra de Islam, he aprendido lo que es la poligamia y que se pueden tener cuatro esposas!!!)
4. ¿Cree usted que la Iglesia debería hacer algún cambio para acercarse a los jóvenes?
Los debe hacer y los está haciendo. El ejemplo y testimonio, las orientaciones y líneas pastorales del Papa Francisco así lo indican. También nosotros, salesianos, en esa misma línea, debemos revitalizar nuestro carisma y nuestro entusiasmo vocacional, para estar más cerca de los jóvenes y servirles más y mejor.
5. ¿Cómo ve usted a los jóvenes de hoy?
¿Los jóvenes de dónde? ¿Qué tipo de jóvenes? Porque hay de todo, como en botica. Pero, a riesgo de generalizar, diría que les veo con una educación deficiente o al menos insuficiente, con graves dificultades para el acceso al trabajo, sin un sentido claro y definido de la vida, inmersos en un ambiente que no les ayuda a descubrir la vida como vocación de servicio a los demás, sino como simple intento de supervivencia y búsqueda rápida y fácil de autosatisfacciones. Pero claro, al lado de muchos jóvenes a los que se les puede aplicar este cliché, hay muchos otros que sí han descubierto el valor de la entrega generosa, que viven su vida comprometidamente, que son servidores y apóstoles de sus compañeros, etc.
6. ¿Qué ha supuesto para la congregación Salesiana el Capitulo General 27?
Un impulso y una renovación del compromiso de los salesianos de ser “más de Dios, más de los hermanos y más de los jóvenes”, utilizando palabras del Rector Mayor. Eso está, por ahora, en el papel: nos toca traducirlo a hechos, llevarlo a la realidad.
7. ¿Cómo podemos llevar el mensaje de Cristo a nuestra sociedad?
Viviéndolo, testimoniándolo y, cada vez que se dé la ocasión –y también sin ella-, anunciándolo. No hay secretos ni métodos mágicos: hay que vivir y testimoniar, hay que anunciar e invitar, llamar, interpelar…
8. De Don Bosco se decía que era el Signo y portador del amor de Dios a los jóvenes ¿Cómo cree que se puede hacer vida hoy esta afirmación?
No sé si se decía eso de Don Bosco, pero sí que se dice en las Constituciones de los sdb que somos eso, “signos y portadores del amor de Dios a los jóvenes, especialmente a los más pobres”. La gran mayoría de los sdb lo están siendo ya. El camino para serlo es salir a la búsqueda de los jóvenes, encontrarse con ellos, estar con ellos y compartir su vida, amarles y buscar su bien más profundo, su felicidad (Don Bosco hablaba siempre de “salvación”). Si hacemos eso, es casi seguro que el joven se sentirá amado y, aunque no es automático, podrá descubrir que ese amor viene de Dios, y que el salesiano se lo ha traído (portador) y manifestado (signo).
9. ¿Qué retos de futuro piensa que debe afrontar la Familia Salesiana?
Toda la familia salesiana debe crecer (debemos) en identidad, profundizando y viviendo nuestra espiritualidad y nuestro carisma salesianos. Esto conlleva, como consecuencia, proponer y transmitir a otros la alegría de vivir como vivimos, es decir, el tema “vocacional específico” Cada rama debe crecer en autonomía y responsabilidad propia, especialmente las asociaciones y grupos laicales, aumentando también el sentido de pertenencia a la Iglesia y a la Familia Salesiana. En algunos ambientes (no en todos), la Familia Salesiana está envejecida y feminizada; hay que rejuvenecerla y equilibrarla en lo que se refiere a número de varones y mujeres. Finalmente, last but not least, todos debemos repristinar nuestro amor primero a los jóvenes, volvernos a enamorar de ellos, querer estar con ellos: la misión juvenil.
10. Haciendo un ejercicio de imaginación ¿Qué piensa que les diría Don Bosco a los jóvenes actuales?
Que vale la pena vivir la vida con Jesús; que vivir el Evangelio es fuente de alegría, que es fácil hacerlo y que hacerlo da una profunda y definitiva felicidad… y que en eso consiste ser santo. Les diría también que hay muchos jóvenes como ellos que están esperando una mano tendida, unos brazos abiertos, un corazón grande para amarles… y que son ellos mismos los que tienen que ofrecer todo eso a sus compañeros. Valoraría mucho el servicio de animación y voluntariado que tantos jóvenes están llevando a cabo y les animaría a hacerlo con perseverancia, dedicación y entrega total. Y, por fin, les repetiría lo que nos dijo a todos: “Os espero en el paraíso”.