“Este verano he estado en Calcuta con las Misioneras de la Caridad y trabajando en los slums (villas miseria), y en Sundarban, una zona muy rural de bosque de manglar, al sur de Calcuta, donde he aprendido muchísimo de un proyecto muy especial, de una escuela tan humilde como increíble.
Cuando hace unos meses empecé a pensar y organizar este proyecto, que tanto me apetecía e ilusionaba, sólo tenía un objetivo muy claro: quería encontrar una iniciativa, una ONG, un proyecto real, vivo y transparente. El destino me daba igual, lo importante para mí era creer en el proyecto, que fuera algo especial y auténtico.
Como Don Bosco nos enseñó y nos sigue enseñando día a día, lo que de verdad importa es estar al lado de los que más nos necesitan, de los que más lo necesitan. Esto es en lo que creemos como educadores salesianos, lo que con tanto entusiasmo intentamos aprender y enseñar día a día en nuestra casa salesiana, lo que mueve nuestra vocación. Y esto no sólo significa irse a India, o a cualquier otro país, es algo más profundo y difícil, se trata de saber ser luz y esperanza día a día en nuestro colegio, en nuestro barrio, en nuestra familia, en nuestra ciudad, con aquellas personas que más cerca tenemos y con aquellas que ni conocemos.
Supongo que con el tiempo me he ido dando cuenta de que lo pequeño siempre es más importante, es lo importante. Miradas llenas de ilusión, sonrisas espontáneas, palabras que no entiendes pero que te llenan más que si supieras su significado. Eso es lo que verdaderamente vale la pena, las cosas diminutas que causan emociones gigantescas.
Después de dos meses en India me quedo con mi camino hecho allí, con cada día de trabajo con los enfermos y niños de las casas de las Misioneras de la Caridad, con cada momento en la escuela, con cada experiencia compartida con las familias y profesoras, con la entrega y humildad de las religiosas consagradas, con todas las miradas, sonrisas y sensaciones tan bonitas que me han regalado todas esas personitas indias día a día de manera incondicional.
India me ha enseñado a parar, a tomar aire, a mirar al infinito, a aprender a ver más allá en muchos momentos, a recolocar pensamientos, a descubrir mucho y muy bonito. Me han dado muchísimo más de lo que yo les podría dar nunca, y me encanta lo que han despertado en mí. Me he traído mi mochila repleta de emociones y momentos muy bonitos y enriquecedores, de los que suman, de los que te transforman poco a poco.
Si algo puedo decirle a la gente es que todo lo bueno en la vida nace de un salto al vacío, de un dejarse llevar hacia lo que nos ilusiona, hacia todo lo que nos queda por explorar, por sumar y por aprender. A mis alumnos y alumnas intento decirles, y sobre todo mostrarles, que no dejen de dar saltos gigantescos o diminutos hacia los lugares, hacia las personas. Lo desconocido no es más que el comienzo de una oportunidad para crecer. Y al fin y al cabo, de eso se trata la vida, eso es la vida: seguir sembrando, seguir creciendo, seguir sumando y construyendo juntos día a día”.