El Papa Francisco recuerda que «toda historia humana es, de alguna manera, historia divina»

24 enero 2020

El Papa Francisco dedica su Mensaje de este año con motivo de la LIV Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales al tema de la narración, puesto que – como él mismo explica – “para no perdernos necesitamos respirar la verdad de las buenas historias: historias que construyan, no que destruyan; historias que ayuden a reencontrar las raíces y la fuerza para avanzar juntos”.

A lo largo de cinco puntos el Pontífice explica la importancia de los relatos que deben estar a la altura de la humanidad a la que Jesús la elevó, puesto que “toda historia humana tiene una dignidad que no puede suprimirse”. Y añade que “no hay historias humanas insignificantes o pequeñas”, porque “después de que Dios se hizo historia, toda historia humana es, de alguna manera, historia divina”.

Tejer historias
Teniendo en cuenta que “el hombre es un ser narrador”, el Papa recuerda que “los relatos nos enseñan; plasman nuestras convicciones y nuestros comportamientos; nos pueden ayudar a entender y a decir quiénes somos”. Sí, porque como escribe: “El hombre no es solamente el único ser que necesita vestirse para cubrir su vulnerabilidad, sino que también es el único ser que necesita ‘revestirse’ de historias para custodiar su propia vida”. Y, de hecho, “sumergiéndonos en las historias” – escribe Francisco – “podemos encontrar motivaciones heroicas para enfrentar los retos de la vida”. A lo que añade: “El hombre es un ser narrador porque es un ser en realización, que se descubre y se enriquece en las tramas de sus días. Pero, desde el principio, nuestro relato se ve amenazado: en la historia serpentea el mal”.

No todas las historias son buenas
Naturalmente Francisco sabe que no todas las historias son buenas. De hecho muchas “nos narcotizan” – escribe – “convenciéndonos de que necesitamos continuamente tener, poseer, consumir para ser felices”. Y añade que “casi no nos damos cuenta de cómo nos volvemos ávidos de chismes y de habladurías, de cuánta violencia y falsedad consumimos”. A lo que pone de manifiesto que “en lugar de relatos constructivos, que son un aglutinante de los lazos sociales y del tejido cultural, se fabrican historias destructivas y provocadoras, que desgastan y rompen los hilos frágiles de la convivencia”. “Recopilando información no contrastada, repitiendo discursos triviales y falsamente persuasivos, hostigando con proclamas de odio, no se teje la historia humana, sino que se despoja al hombre de la dignidad”.

Por otra parte, el Pontífice al referir que en nuestra época, “en la que la falsificación es cada vez más sofisticada y alcanza niveles exponenciales” (el deepfake), “necesitamos sabiduría para recibir y crear relatos bellos, verdaderos y buenos”. “Necesitamos valor para rechazar los que son falsos y malvados. Necesitamos paciencia y discernimiento para redescubrir historias que nos ayuden a no perder el hilo entre las muchas laceraciones de hoy; historias que saquen a la luz la verdad de lo que somos, incluso en la heroicidad ignorada de la vida cotidiana”.

La Historia de las historias
Tras reafirmar que la Sagrada Escritura “es una Historia de historias”. Francisco escribe que “a través de su narración Dios llama a las cosas a la vida y, como colofón, crea al hombre y a la mujer como sus interlocutores libres, generadores de historia junto a Él”. Y recuerda que “no nacemos realizados, sino que necesitamos constantemente ser ‘tejidos’ y ‘bordados’”; porque “la vida nos fue dada para invitarnos a seguir tejiendo esa ‘obra admirable’ que somos”.

Y en este sentido, el Pontífice destaca que la Biblia “es la gran historia de amor entre Dios y la humanidad”, en cuyo centro está Jesús, dado que “su historia lleva al cumplimiento el amor de Dios por el hombre y, al mismo tiempo, la historia de amor del hombre por Dios”. Por otra parte, al recordar que el título de este Mensaje está tomado del libro del Éxodo, que constituye un relato fundamental, en el que Dios interviene en la historia de su pueblo, el Santo Padre agrega textualmente: “De hecho, cuando los hijos de Israel estaban esclavizados clamaron a Dios, Él los escuchó y rememoró: ‘Dios se acordó de su alianza con Abrahán, Isaac y Jacob’ (…). De la memoria de Dios brota la liberación de la opresión, que tiene lugar a través de signos y prodigios”.

El Dios de la vida se comunica contando la vida
El Papa Francisco no deja de recordar que Jesús hablaba de Dios no con razonamientos abstractos, sino con parábolas y narraciones breves, tomadas de la vida cotidiana. Y explica que de este modo “para el que la escucha, la historia se hace vida: esa narración entra en la vida de quien la escucha y la transforma”. Por esta razón no es causal que “también los Evangelios sean relatos”, dado que mientras nos informan sobre Jesús, nos “performan” y conforman a Él: “El Evangelio de Juan nos dice que el Narrador por excelencia – el Verbo, la Palabra – se hizo narración: ‘El Hijo único, que está en el seno del Padre, Él lo ha contado’”. En punto de su Mensaje el Santo Padre escribe que ha querido utilizar el término “contado” porque en lengua original puede traducirse como “revelado” o “contado”.

Una historia que se renueva
El Papa Francisco recuerda que “la historia de Cristo no es patrimonio del pasado”, sino que “es nuestra historia, siempre actual”. Además “nos dice que no hay historias humanas insignificantes o pequeñas”, porque “después de que Dios se hizo historia, toda historia humana es, de alguna manera, historia divina”. “En la historia de cada hombre, el Padre vuelve a ver la historia de su Hijo que bajó a la tierra. Toda historia humana tiene una dignidad que no puede suprimirse”.

El Pontífice escribe que “re-cordar significa efectivamente llevar al corazón, ‘escribir’ en el corazón. Por obra del Espíritu Santo cada historia, incluso la más olvidada, incluso la que parece estar escrita con los renglones más torcidos, puede volverse inspirada, puede renacer como una obra maestra, convirtiéndose en un apéndice del Evangelio”.

Como las Confesiones de Agustín. Como El Relato del Peregrino de Ignacio. Como la Historia de un alma de Teresita del Niño Jesús. Como Los Novios, como Los Hermanos Karamazov. Como tantas innumerables historias que han escenificado admirablemente el encuentro entre la libertad de Dios y la del hombre. Cada uno de nosotros conoce diferentes historias que huelen a Evangelio, que han dado testimonio del Amor que transforma la vida. Estas historias requieren que se las comparta, se las cuente y se las haga vivir en todas las épocas, con todos los lenguajes y por todos los medios.

Una historia que nos renueva
Hacia el final de su Mensaje el Papa escribe que “en todo gran relato entra en juego el nuestro”, dado que al leer la Escritura, las historias de los santos, y también otros textos que han sabido leer el alma del hombre y sacar a la luz su belleza, el “Espíritu Santo es libre de escribir en nuestro corazón, renovando en nosotros la memoria de lo que somos a los ojos de Dios”.

Cuando rememoramos el amor que nos creó y nos salvó, cuando ponemos amor en nuestras historias diarias, cuando tejemos de misericordia las tramas de nuestros días, entonces pasamos página. Ya no estamos anudados a los recuerdos y a las tristezas, enlazados a una memoria enferma que nos aprisiona el corazón, sino que abriéndonos a los demás, nos abrimos a la visión misma del Narrador.

Contarle a Dios nuestra historia nunca es inútil; aunque la crónica de los acontecimientos permanezca inalterada, cambian el sentido y la perspectiva. Contarse al Señor es entrar en su mirada de amor compasivo hacia nosotros y hacia los demás. A Él podemos narrarle las historias que vivimos, llevarle a las personas, confiarle las situaciones. Con Él podemos anudar el tejido de la vida, remendando los rotos y los jirones. ¡Cuánto lo necesitamos todos! “Nadie es un extra en el escenario del mundo y la historia de cada uno está abierta a la posibilidad de cambiar. Incluso cuando contamos el mal podemos aprender a dejar espacio a la redención, podemos reconocer en medio del mal el dinamismo del bien y hacerle sitio”.

No se trata, pues, de seguir la lógica del storytelling, ni de hacer o hacerse publicidad, sino de rememorar lo que somos a los ojos de Dios, de dar testimonio de lo que el Espíritu escribe en los corazones, de revelar a cada uno que su historia contiene obras maravillosas.

El Papa concluye su mensaje invitando a encomendarse a esa mujer “que tejió la humanidad de Dios en su seno” y, tal como dice el Evangelio, “entretejió todo lo que le sucedía”. Y lo hace con una oración en la que pide ayuda “a aquella que supo deshacer los nudos de la vida con la fuerza suave del amor”:

Oh María, mujer y madre, tú tejiste en tu seno la Palabra divina, tú narraste con tu vida las obras magníficas de Dios. Escucha nuestras historias, guárdalas en tu corazón y haz tuyas esas historias que nadie quiere escuchar. Enséñanos a reconocer el hilo bueno que guía la historia. Mira el cúmulo de nudos en que se ha enredado nuestra vida, paralizando nuestra memoria. Tus manos delicadas pueden deshacer cualquier nudo. Mujer del Espíritu, madre de la confianza, inspíranos también a nosotros. Ayúdanos a construir historias de paz, historias de futuro. Y muéstranos el camino para recorrerlas juntos.
 

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