Os hacemos partícipes del discurso preparado por el Papa Francisco para el encuentro con los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora en la Basílica de María Auxiliadora. “Querida Familia Salesiana, he pensado tanto qué deciros y os he escrito lo que os quería decir, pero es demasiado formal, así que se lo entrego al Rector Mayor para que os lo haga llegar”.
“Queridos hermanos y hermanas,
En mi peregrinación dedicada a la veneración de Jesús crucificado en el signo de la Sábana Santa, he elegido venir a este lugar que representa el corazón de la vida y obra de san Juan Bosco, para celebrar con vosotros el segundo centenario de su nacimiento. Con vosotros agradezco al Señor por haber dado a la Iglesia un Santo, que junto a tantos Santos y Santas de esta región, constituyen un honor y una bendición para la Iglesia y la sociedad de Turín y del Piamonte, de Italia y del mundo entero, en particular con motivo del cuidado que él tuvo para los jóvenes pobres y marginados.
No se puede hablar hoy de Don Bosco sin verlo rodeado de tantas personas: la Familia Salesiana fundada por él, los educadores que en él se inspiran, y naturalmente tantos jóvenes, chicos y chicas, de todas las partes de la tierra que aclaman a Don Bosco como “padre y maestro”. ¡De Don Bosco se puede decir tanto! Pero hoy querría remarcar sólo tres rasgos: la confianza en la divina Providencia; la vocación de ser cura de los jóvenes especialmente de los más pobres; el servicio leal y activo a la Iglesia, en especialmente a la persona del Sucesor de Pedro.
Don Bosco ha desarrollado su misión sacerdotalmente hasta su último aliento, sostenido por una inquebrantable confianza en Dios y en su amor, por esto ha hecho grandes cosas. Esta relación de confianza con el Señor es también el fundamento de la vida consagrada, para que el servicio al Evangelio y a los hermanos no sea un permanecer prisioneros de nuestras perspectivas, de las realidades de este mundo que pasan, sino de una continua superación de nosotros mismos, anclándonos a la realidad eterna y profundizando en el Señor, nuestra fuerza y nuestra esperanza. Esta será también nuestra riqueza. Podemos preguntarnos sobre esta riqueza, y – me permito decir – sobre la “fantástica” riqueza salesiana. ¿Estamos a la altura?
El otro aspecto importante de la vida de Don Bosco es el servicio a los jóvenes. Lo realizó con firmeza y constancia, entre obstáculos y fatigas, con la sensibilidad de un corazón generoso. “No dio un paso, ni pronunció palabra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación de la juventud… Lo único que realmente le interesó fueron las almas”. (Constituciones Salesianas, n. 21). El carisma de Don Bosco nos lleva a ser educadores de los jóvenes la pedagogía de la fe que se resume así: “evangelizar educando y educar evangelizando” (Directorio General parala Catequesis, 147).
Evangelizar a los jóvenes, educar a los jóvenes a tiempo completo, empezando por los más débiles y abandonados, proponiendo un estilo educativo basado en la razón, la religión y ternura, universalmente conocido como “sistema preventivo”. Esta dulzura tan fuerte de Don Bosco, ciertamente la había aprendido de Mamá Margarita. ¡Dulzura y ternura firmes! Os animo a seguir con generosidad y confianza las múltiples actividades en favor de las nuevas generaciones: oratorios, centros juveniles, institutos profesionales, escuelas y colegios. Pero sin olvidar a aquellos que Don Bosco llamaba “chicos de la calle”: estos tienen tanta necesidad de esperanza, de ser formados en la alegría de la vida cristiana.
Don Bosco ha sido siempre dócil y fiel a la Iglesia y al Papa, siguiendo sus sugerencias e indicaciones pastorales. Hoy la Iglesia se dirige a vosotros, hijos e hijas espirituales de este gran Santo, y de un modo concreto os invita a salir, a ir siempre de nuevo al encuentro de los chicos y jóvenes allá donde viven: en las periferias de las metrópolis, de las áreas de peligro físico y moral, en los contextos sociales donde faltan tantas cosas materiales, pero sobre todo donde falta el amor, la comprensión, la ternura, la esperanza. Ir hacia a ellos con desbordante paternidad de Don Bosco.
El oratorio de Don Bosco nació del encuentro con los chicos de la calle y por un tiempo fue itinerante por los barrios de Turín. Podéis anunciar a todos la misericordia de Jesús, haciendo “oratorio” en cada lugar, especialmente en los más duros; llevando en el corazón el estilo oratoriano de Don Bosco y mirando a horizontes apostólicos cada vez más amplios.
De la sólida raíz que él puso hace doscientos año en el terreno de la Iglesia y de la sociedad han despuntado tantas ramas: treinta instituciones religiosas viven su carisma para compartir la misión de llevar el Evangelio hasta los confines de la periferia. El Señor ha bendecido este servicio suscitando entre vosotros, a lo largo de estos dos siglos, una larga hilera de personas que la Iglesia ha proclamado santos y beatos. Os animo a seguir este camino, imitando la fe de cuantos os han precedido.
En esta Basílica, tan querida para vosotros y para todo el pueblo de Dios, invoquemos a María Auxiliadora para que bendiga a cada miembro de la Familia Salesiana; bendiga a los padres y educadores que invierten su vida por el crecimiento de los jóvenes; bendiga a cada joven que se encuentra en las obras de Don Bosco, especialmente aquellas dedicadas a los más pobres, para que, gracias a la juventud bien acogida y educada, llegue a la Iglesia y al mundo la alegría de una nueva humanidad”.