El derecho de los niños a disfrutar

28 julio 2014

El verano y las vacaciones escolares suelen ofrecer a los niños y jóvenes un tiempo de descanso, de juegos, de actividades distintas a las que pueden realizar el resto del año. La playa, la piscina, la montaña, unos días en el pueblo…son esos escenarios vacacionales de los que luego se habla en la vuelta a clase. Pero no todos los menores tienen la oportunidad de pasar un verano o incluso unos días fuera de sus casas, del entorno de su barrio. Familias de cientos de niños y jóvenes carecen de recursos para ofrecerles este tipo de oportunidades. Muchos de estos menores son destinatarios de los Centros de Día de la Fundación Iniciativa Solidaria Ángel Tomás (FISAT) que a lo largo del año, pero especialmente en verano, organizan diferentes actividades lúdicas y formativas tanto en los centros como fuera de ellos. 

Los campamentos que durante estos días se suceden en Albaida, Plan, Altea, entre otros, tienen un componente distinto a los que se promueven desde los centros juveniles. Segundo García, delegado de Inclusión Social de la antigua Inspectoría de San José, explica algunas de las diferencias: “En primer lugar la diferencia en el número de destinatarios. Nosotros trabajamos con grupos mucho más pequeños y que permiten una intervención mucho más individualizada. En segundo lugar el tiempo. Nuestros campamentos suelen ser de una menor duración. En tercer lugar la existencia de personas profesionales. No significa que en los centros juveniles no haya personas profesionales pero aquí siempre son los educadores las personas de referencia aunque puedan participar voluntarios”. Por otro lado, añade Pablo Navarro, educador del Centro de Día Entre Amics, de Valencia, “el carácter individual de la intervención, el conocimiento profundo de la realidad personal del menor y el vínculo afectivo creado previamente con el menor en el día a día y en actividades anteriores son algunas de las diferencias en cuanto a la intervención educativa”. Además, continúa, “la contribución económica de las familias para el desarrollo del campamento es muy limitada o nula, lo que nos obliga a realizar actividades más modestas pues es el Centro quien sufraga la práctica totalidad de los gastos, a excepción de los menores integrados en el campamento de Entre Amics en Plan (Pirineos), becados casi totalmente por el Centro Juvenil”.

Lejos de ser un extra dispensable estas acciones son parte fundamental del programa de intervención con los chavales en los centros de día, refuerzan su relación con el educador y por tanto revierten positivamente en el conjunto del proceso educativo. Como explica Segundo, “estas actividades permiten conectar con el joven, generan familiaridad, ésta afecto y el afecto confianza que es la base de todo proceso educativo”. “Además se transforma en una recompensa para el menor y el educador tras el trabajo realizado durante todo el curso”, apunta Monti Garrido, directora del Centro de Día Don Bosco, de Valencia. “Al mismo tiempo, -explica Pablo- es una fuente de información para los educadores, sobre todo en un centro abierto, acerca de los hábitos, actitudes y conductas que el menor pueda estar mostrando en casa, donde no podemos observarle”. 

INTERVENCIÓN INDIVIDUALIZADA

Llevar a cabo una estancia de convivencia de unos cinco días con una media de 20 menores de entre ocho y dieciséis años requiere mucha preparación y afrontar obstáculos de diversa índole, empezando por los económicos. “Las dificultades económicas de las familias de los menores implican carencias que se traducen en falta de ropa adecuada, alimentación o artículos de higiene básicos y necesarios para pasar más de un día fuera de casa”, señala Pablo. “Pero sobre todo, continúa- los principales retos se plantean en la gestión de las normas de convivencia. Los menores de este tipo de recursos suelen haber tenido duras experiencias vitales a lo largo de su vida que configura una forma distorsionada de relacionarse con el mundo y sus normas”.  Aspecto en el que tanto Segundo como Monti hacen hincapié. “A veces los niños con los que compartimos la vida han sufrido daños importantes que afectan a todo su mundo de relaciones. En ocasiones no saben demandar las cosas – especialmente el afecto – de la forma más apropiada y aparecen conductas desafiantes, agresividad, dificultades para aceptar la autoridad del otro, los límites”; “la carga con la que vienen nuestros chavales al centro les hace tener reacciones o impulsos desajustados”.

Esta distorsión exige una intervención especializada que se trabaja durante todo el curso y que también se aplica en los ambientes de campamento. “A cada menor se le realiza un estudio de sus necesidades y éste se concreta en un Programa de Intervención Individual (PII). En esta programación anual se establecen los objetivos que se pretende conseguir en distintos ámbitos: cognitivo/escolar, familiar/comunitario, físico/salud y afectivo/motivacional. Cuando preparamos el campamento dedicamos un tiempo a planificar lo que, dentro del PII de cada menor, nos proponemos trabajar en el campamento y cómo vamos a hacerlo”, explica Pablo.

PROFUNDIZAR EN VALORES, ABORDAR SUS NECESIDADES

Los educadores coinciden en la importancia de este tipo de actividades para abordar otros aspectos fundamentales en el programa educativo del joven que no se pueden trabajar o es más difícil hacerlo en la rutina del centro. Como reconoce Segundo, “el día a día en nuestros proyectos está muy estructurado. En cada momento se sabe lo que toca y el rol del educador está muy marcado. Aquí todo puede ser mucho más flexible y la relación educador-joven puede ser distinta”.

Así pues, los campamentos son periodos para continuar profundizando, a través de la convivencia, “en valores permanentes de nuestros procesos educativos tales como el respeto al otro, la acogida incondicional, la  solidaridad, la sinceridad. Cuando estamos en entornos naturales respeto al medio ambiente, admiración por la belleza de la creación… Valores que también abren a los jóvenes a la experiencia de la trascendencia”, concluye.

Pero también se trabajan las necesidades del menor que van desde las aparentemente más básicas como hábitos de higiene y alimentación, hasta las más trascendentes. Como apunta Pablo: “La necesidad del menor de sentirse acogido, valorado y querido, obviando las dificultades y carencias de distintos tipos que les suponen una barrera en otros entornos normalizados como pudiera ser la escuela. Desde ese sentimiento acogedor, el menor se encuentra motivado para desarrollar su personalidad y sus capacidades”. Al hilo de la formación de sus personalidad Monti concreta que sacar a los menores de su entorno” hace que tengan otras experiencias vitales que provocan profundos cambios en su interior, les hace ver otra realidad de la que van siendo conscientes a lo largo del tiempo”.

EL EFECTO DE LOS RECORTES

Los centros de día, al igual que el resto de plataformas sociales, han tenido que adaptar sus recortados presupuestos para ofrecer los campamentos y otras salidas fuera de sus aulas. “Hay que estudiar muy bien el tipo de actividades a realizar para no  descuadrar el presupuesto. De hecho, nosotros nos planteamos este curso dejar de hacer una acampada que realizan los centros de acogida en el mes de agosto. Al final hemos hecho ajustes que nos permiten realizar la acampada pero reduciendo el gasto en actividades”, especifica Segundo. 

Dado el  claro efecto positivo de estas actividades extras, todos han tratado de salvarlas en mayor o en menor medida. Pablo recuerda que “este tipo de actividades sirven también para ofrecer experiencias que de otra manera sería muy difícil que los menores disfrutaran debido a los escasos recursos económicos con los que cuentan. Visitar un parque acuático, Port Aventura, ver una película en 3D son actividades que los menores “normalizados” comentan en los descansos de clase y desde el Centro hemos tratado, con grandes esfuerzos, de ofrecer a los menores alguna de estas experiencias por su carácter vivencial e integrador”.  Los recortes y el cambio en el modelo de financiación de los centros de menores en Valencia nos han obligado a reconsiderar las actividades que proponemos centrándonos, con más esfuerzo aún, en las más básicas”.

Ajustar, repensar, limitar, pero tratar por todos los medios de seguir dando al menor esta oportunidad. Los motivos, ya argumentados a los largo de estas líneas, los sintetiza Monti poniendo de relieve un aspecto que por desgracia puede pasar desapercibido pero que es razón de ser no solo de los campamentos de verano sino de todas esas actividades extras que intentan promover las plataformas sociales. Al ofrecerles estas actividades “podemos mostrarles que verdaderamente son importantes y que tienen derecho a disfrutar y tener otros espacios como niños y niñas”. 
 

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