El compromiso del voluntariado internacional

3 julio 2018

«El voluntariado es una de nuestras tres líneas de actuación, junto con la educación para el desarrollo y la cooperación internacional», afirma Begoña Simal, coordinadora de VOLS. Los voluntarios ponen su tiempo, conocimientos y energía, de forma totalmente altruista, para contribuir a la construcción de un mundo más justo y solidario.

«Nuestra vocación explica Begoña Simal- es utilizar la educación como herramienta de transformación de las personas y de los pueblos, y en esta visión enmarcamos toda nuestra misión, empapada del espíritu salesiano. A partir de aquí impulsamos toda una serie de campañas y actividades educativas. »
 
En cuanto al voluntariado internacional, Begoña dice que «lo entendemos como una oportunidad, por parte del voluntario, de descubrir una realidad más allá de nuestras fronteras con una finalidad muy clara: conocer, sensibilizar y tener una visión más amplia del mundo. Es una experiencia "fuerte" en un camino de formación y de investigación vocacional de la propia persona. Es una ocasión de interactuar, in situ, con educadores y educadoras locales ». Este verano son tres los destinos que harán los voluntarios de VOLS: Cuba, Perú y Sierra Leona.
 
La coordinadora de VOLS pone de relieve que «el rasgo característico de los voluntarios es que todos son personas extraordinarias. Gente formada, preparada, con valores, con inquietudes, que no se quedan encerrados en sí mismos y en la situación que les rodea, sino que quieren dar un paso más allá ».
 
Sólo se les pide dos requisitos: que sean mayores de 21 años y que tengan una experiencia previa de voluntariado. «La formación de nuestros voluntarios es muy diversa. Ahora bien, dada la idiosincrasia de nuestra asociación, es cierto que un buen número está vinculado al mundo educativo », señala Begoña.
 
La estancia debe ser de un mes como mínimo, «aunque, según la disponibilidad de la persona, intentamos que pueda alargarse un poco más». ¿Qué hacen los voluntarios? «Ellos no van a hacer nada. Nadie nos ha llamado para que vayamos y los proyectos y las actividades en las que participamos funcionarían de la misma manera si no fuéramos. Esta es la premisa esencial. El peso de la actividad no lo llevamos nosotros, sino el equipo de educadores y educadoras locales que ya funciona durante todo el año en el país de acogida. Nosotros nos ponemos al servicio de hacer lo que sea necesario; si nuestra ayuda puede servir de algo, pues bienvenida sea. »
 
En los países de África, los voluntarios suelen ejercer tareas de refuerzo escolar, dinamización de actividades deportivas, juegos y todo lo relacionado con la educación en el tiempo libre. En América Latina, colaboran en lo que allí se denomina las casitas, unos hogares de acogida para chicos y chicas que viven alejados del centro escolar, o bien porque no tienen el apoyo de una familia.
 
El proceso del voluntariado internacional de verano dura prácticamente un año. «El viaje es una parte importantísima de este proceso, pero meses antes ya empezamos con la formación, los encuentros del grupo … Hay que hacer un camino de introspección personal que nos llevará después a salir fuera», observa Begoña Simal.
 
Según Begoña, «es una experiencia que te deja muy tocado, que si la has aprovechada bien te marca el resto de tu vida. Descubrir las desigualdades del planeta y las causas estructurales de la pobreza nos mueve a implicarnos cerca de casa, porque al final las causas son las mismas, aquí y allá. A raíz del cambio personal experimentado por los voluntarios, se convertirán seguramente agentes transformadores de nuestro entorno ».

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