Nacho Roba redacta la crónica con toda probabilidad más emotiva de todo el Campobosco: la llegada a Turín, a la casa de Don Bosco y al primer oratorio. Lugares que resuenan con fuerza increíble y que están grabados a fuego en el imaginario de todo joven educado en cualquier casa salesiana del mundo.
“Hoy nos hemos levantado dando un salto mortal… Hoy la energía no ha venido con el café, ni con las galletas o los cereales del desayuno. Hoy ha amanecido en el Colle Don Bosco de una manera diferente, porque nuestro destino ha sido Valdocco.
A eso de las 9:30, desayunados y bajo la protección de María Auxiliadora, enfilábamos el Corso Regina Margherita con el corazón desbocado al vislumbrar entre los tejados la cúpula de la Basílica de María Auxiliadora…
Ya en el "cortile", los nervios por atravesar sus puertas iban en aumento. El momento llegaba. Y al fin… Cuando sientes que vuelves a casa a pesar de no haber pisado nunca el lugar donde estás, el cuerpo y la mente perciben algo que se remueve por dentro…
María nos esperaba sobre el altar; acogedora madre que nos da la bienvenida. Papá Don Bosco a la derecha del altar, puede descansar satisfecho al ver a sus chicos emocionados, ilusionados, enamorados…
Hoy hemos visitados sueños hechos piedra, mármol y cristal. La Capilla Pinardi, la semilla de todas nuestras casas; San Francisco de Sales, la madurez de la Obra Salesiana, calma entre la tormenta de los chicos en el patio… Y también se ha querido compartir Don Bosco en su intimidad; sus habitaciones, su cama poco usada y su desgastada sotana, sobre la que aún parece que flota el polvo del patio de Valdocco…
En la Eucaristía de la tarde, don Stefano Martoglio, Consejero para la Región Mediterránea, ha confirmado la renovación de los votos de los jóvenes Salesianos y Salesianas así como las promesas de algunos Salesianos Cooperadores que vibraban con la emoción del momento… como todos los presentes.
Ya a oscuras, en la quietud de la noche interrumpida por la lluvia, todos, en silencio y alrededor de nuestro Padre, hemos rezado juntos…
Mientras, en el Paraíso, seguro que Don Bosco sonreía al vernos allí. En casa…”