Mi marido Raúl estudió en los Salesianos de Badajoz. Estuvo implicado en sus actividades salesianas hasta los 18 años y mantiene un especial cariño a la comunidad salesiana. Yo, en cambio, estudié en la escuela pública. Durante mi etapa de estudiante (Instituto y Universidad) estuve involucrada en la JEC (Juventud Estudiante Católica) y cuando comencé en el mundo laboral estuve involucrada en Profesionales Cristianos, pero me desconecté del mundo eclesial al tener dos hijos y no saber muy bien cómo compaginar mi espiritualidad con la familia.
En mayo, a través de un salesiano, recibimos una invitación de Dios Padre, nuestro Señor, a participar en un campamento familiar salesiano. El Espíritu actuó en nosotros y dimos el paso de aventurarnos en el Campamento de Familias organizado por la Delegación de Familia Salesiana.
El 18 de agosto, con nuestros dos hijos, Nazaret de 8 años y Raúl de 4 años, nos pusimos en carretera desde Badajoz a Jaén, concretamente a Contadero Aventuras (Segura de Cazorla).
Iba bien dispuesta a recibir este regalo de Dios, pero esta experiencia ha superado lo esperado convirtiéndose en unos días de reflexión, oración, dialogo, escucha y buenos propósitos para nuestro Proyecto de Vida y Acción familiar.
Tanto los padres como los hijos tratamos temas del Evangelio, adaptados a las capacidades de los niños y de los adultos. Entre ellos, disponibilidad y disposición, los Nueve consejos del Papa Francisco para un matrimonio feliz, la gratuidad o el perdón en la pareja.
Tras trabajar estos temas, nos llevamos una actitud renovada por el Espíritu Santo: estar más atentos a las necesidades de nuestro entorno más cercano (familia, amigos, trabajo…), renovamos nuestros votos en el matrimonio (de generosidad, respeto, cortesía, sobriedad, compañerismo, gratuidad…) y finalmente comenzamos a elaborar un Proyecto de Vida Familiar, teniendo presentes a nuestros hijos, desde nuestra realidad discernimos nuestra situación familiar y nos propusimos objetivos y medios concretos, realistas y accesibles para alcanzarlos.
Por todo esto y mucho más, os podréis imaginar lo que disfrutamos, tanto padres como hijos, porque mientras los padres reflexionábamos, los hijos por grupos de edades también lo hacían, con experiencias de amistad y diversión.
Coincide que este año nosotros celebramos diez años de matrimonio, por lo que esta experiencia ha supuesto para nosotros una luna de miel familiar. ¿Qué mejor manera de celebrarlo que renovando nuestras opciones vitales, matrimoniales, familiares y celebrarlo con nuestros hijos?
Nuestro matrimonio se renovó con la misma ilusión que cuando estábamos recién casados, pero con nuestros hijos. Hemos sido unos privilegiados y escogidos por el Padre, por lo que estamos inmensamente agradecidos a las personas que han intercedido por Él y han hecho realidad un sueño.