El número 1788 del boletín diocesano Iglesia en Zaragoza publicó el pasado 25 de octubre este testimonio de una alumna que cursa su último año de escolaridad en el colegio salesiano de la ciudad del Pilar.
“Tras haber pasado toda mi vida en un colegio religioso, habiendo superado cada una de las etapas y viéndome en el último tramo de bachiller, doy gracias a mis padres por haber tomado la acertada decisión de escoger este centro.
Las palabras “colegio religioso” provocan en mucha gente pensamientos negativos como monotonía, seriedad o disciplina. Pero, ¿qué es lo que realmente ocurre en un colegio de estas características? Os contaré mi experiencia:
Lo primero de todo he de desmontar los estereotipos o mitos que existen sobre los centros católicos. Claramente se fomenta la seriedad y disciplina, pero son otros muchos los valores que se inculcan en los jóvenes desde el ejemplo. Algunos de ellos son generosidad, igualdad, solidaridad, empatía, saber perdonar…
En segundo lugar, la palabra aburrimiento está fuera del vocabulario necesario para describir un colegio de este tipo. Las celebraciones de María Auxiliadora y San Juan Bosco son una clara muestra de las actividades realizadas por y en el colegio. Estas están diseñadas para cada etapa educativa con numerosos actos religiosos y lúdicos para alumnos, profesores y familias.
Quisiera destacar la labor realizada por la asociación juvenil Trobada d’Amics que forma parte de la pastoral del centro, pero que también se encuentra abierta a muchachos del barrio. Un grupo de niños y de jóvenes voluntarios que acoge, entretiene, forma y educa. No hay distinciones: lo que aquí se respira es, siguiendo el estilo de vida de Don Bosco, igualdad, paz y cariño”.