Hace algunas semanas fijamos la atención en una expresión muy curiosa, inventada por el papa Francisco: «Domesticar el mundo.» Según él, significa «hacer, de nuestro mundo, una gran familia».
En el mismo capítulo quinto de la exhortación apostólica “La alegría del amor”, encontramos otra curiosa expresión del papa Francisco: «Discernir el Cuerpo de Cristo.»
Quizá será útil que dediquemos unos momentos a escuchar cómo él mismo ha explicado su significado. Lo ha hecho al hablar de la celebración de la Eucaristía y de lo que la Eucaristía representa si la relacionamos con la construcción de esta «gran familia». Concretamente, se ha referido a ella cuando comenta la «situación vergonzosa» de la comunidad de Corinto, en la que Pablo había observado que algunos miembros acomodados discriminaban a los pobres (185).
He aquí sus palabras: «La Eucaristía reclama la integración en un único cuerpo eclesial. Quien se acerca al Cuerpo y a la Sangre de Cristo no puede al mismo tiempo ofender a este mismo Cuerpo provocando escandalosas divisiones y discriminaciones entre sus miembros. Se trata, pues, de “discernir” el Cuerpo del Señor» (186).
A continuación Francisco ha explicado que «discernir el Cuerpo del Señor» significa reconocerlo, con fe y caridad, tanto en los signos sacramentales como en los miembros de la comunidad. Es una advertencia a las familias que se encierran en su propia comodidad y se aíslan, y, de manera particular, a las que se muestran indiferentes frente al sufrimiento de las familias pobres y más necesitadas de su entorno.
Así, él ha escrito que «la celebración eucarística se convierte de este modo en una constante llamada de cara a abrir las puertas de la propia familia a una mayor comunión con los descartables de la sociedad, y, entonces sí, recibir el Sacramento del amor eucarístico que nos hace un solo cuerpo».
Ya podemos imaginar hacia dónde quiere llevarnos con su reflexión y las consecuencias que podemos extraer: «Cuando quienes comulgan se resisten a dejarse impulsar en un compromiso con los pobres y sufrientes, o consienten distintas formas de división, de desprecio y de inequidad, la Eucaristía es recibida indignamente.» Es decir, estas personas no han sabido «discernir el Cuerpo del Señor». No nos hará ningún daño detenernos a pensar un poco.