Este sábado 25 de mayo, Rafael Cervera, Manuel Garrido y Carles Rubio fueron ordenados diáconos de la Archidiócesis de Barcelona. Después de un período de preparación entre cinco y seis años, los tres, dieron este paso a la Catedral, con el arzobispo de Barcelona, Card. Juan José Omella, que les ordenó para servir al pueblo de Dios. La celebración fue a las 19:15 h, con los amigos y familia que les han acompañado durante todo el proceso de decisión y formación, y una representación de la Familia Salesiana
La decisión de ordenarse diáconos llegó después de un período de discernimiento. Desde un inicio, los tres han estado ligados a su fe cristiana, «vivida muy estrechamente con su parroquia», aseguran. Rafael, o Rafa para los amigos, en la parroquia de Eugeni Papa de Barcelona; y dos con sello salesiano; Manuel, en la Parroquia de María Auxiliadora de Mataró; y Carles, en la parroquia de San José de Badalona, así como, con la Asociación de Salesianos Cooperadores, de la que son miembros tanto él como su mujer.
Acompañamiento y toma de decisión
Tal y como exponen, «el acompañamiento ha sido esencial desde el primer momento». Empezando por el papel de su mujer, quien debe dar su consentimiento. «Ana ha tenido un papel determinante. Es una decisión que compromete a toda la familia y, por tanto, una apuesta de los dos». Lo cuenta Carles Rubio, de cincuenta y cinco años, casado y con tres hijos. Al final de su etapa profesional como director de la escuela de ingenieros de los salesianos, un buen amigo y presbítero le habló del diaconado permanente. «¡Fue toda una revelación! – expone- A medida que más sabía de esta vocación, más me atraía poder servir la Iglesia a través de este ministerio ordenado».
Por su parte, Manuel Garrido, asegura que ya tenía la idea en la cabeza y, después de hablarlo con un sacerdote cercano, se lo planteó más y «maduró la decisión en su matrimonio». «Tanto yo como mi mujer, Ana, estamos muy vinculados a la vida de la parroquia y ella me ayudó y acompañó en la decisión». «Mi primera vocación ha sido el matrimonio y, por eso, ella no podía faltar ni al principio, ni en todo el proceso», explica.
Formación junto a la Iglesia
Aparte de la familia, los tres destacan el apoyo de los formadores, los directores espirituales, así como los diáconos mentores que les han acompañado durante el proceso de formación. También de los obispos, especialmente, el difunto Mons. Antoni Vadell. En este sentido, Carles destaca lo «decisivo» que fue su encuentro con el obispo Toni, a partir del cual lo «escuchó la llamada más fuerte y clara».
El período de formación ha sido largo. Sin embargo, aseguran que lo han vivido con alegría. Aparte de las materias aprendidas en el Grado de Ciencias Religiosas -necesario para ordenarse diácono-, Carles destaca «la experiencia de comunidad eclesial con todos los candidatos y aspirantes al diaconado». La formación la han combinado con su día a día.
Preparados para servir a la Iglesia
Este sábado, seis años después, fueron ordenados y recibieron el ministerio vitalicio de Palabra, Servicio y Caridad para servir a la Iglesia. Nerviosos, pero con ganas se acercan ya a ese día. «Aún no me lo acabo de creer -explica Carles-. Siento mucha alegría y al mismo tiempo mucho respeto. Quiero ser digno de la llamada de Dios, y dejar que el Espíritu actúe haciendo de mí un servidor del pueblo a través de la palabra, la liturgia y la caridad», añade. También con alegría, Manuel se plantea ya su futuro como diácono. «Espero preocuparme de las necesidades de los demás, sobre todo de los más vulnerables. Abrirme a la Palabra del Señor y llevarla a la práctica con mi testimonio. Tener siempre encendida la luz de la oración, para que sea el Señor quien actúe en mí, y no yo».