La pregunta que se formuló en la tertulia televisiva era ésta:
“¿Van contra la Navidad los Ayuntamientos populistas?”
Por un momento pensé si en esos Ayuntamientos se iban a organizar piquetes informativos para impedir a los fieles la entrada a las celebraciones; o tal vez la Autoridad habría secuestrado los Leccionarios del territorio comunal para que en las misas no se pudiera proclamar la palabra de Dios; puede que hubiesen sellado los sagrarios de las iglesias; puede que hubiesen encerrado a los pobres lejos de nuestras mesas.
Pero no era nada de eso. Era sólo cuestión de adornos que se ponen en las calles, de nombres con que se designa la fiesta, y puede que de atuendos, aún desconocidos, que los Magos lucirán en las cabalgatas de Reyes.
Un 59 por ciento de los que respondieron, optaron por el SÍ.
Y eso me llevó a preguntarme yo también quién va contra la Navidad.
No sé si lo hacen los Ayuntamientos populistas.
Sé con certeza que van contra la Navidad los que señalan como delincuente al okupa, al mantero, al mendigo, al drogadicto, al emigrante, al diferente…
Sé que marchan contra la Navidad los que permiten que en el Mediterráneo perezcan a millares hombres, mujeres y niños; los que ni siquiera se molestan en contar los cadáveres que allí quedan sepultados; los que pagan, para que emigrantes y refugiados queden atrapados sin futuro entre las concertinas de nuestras fronteras.
Sé que se movilizan contra la Navidad los cristianos que asocian refugiado a terrorista, emigrante a mafioso, musulmán a amenaza, diferente a enemigo de nuestra identidad.
Sé que son la anti Navidad los que profanan el santuario de las familias con la violencia de las armas, con el horror de las guerras; los que sacan beneficio del sufrimiento ajeno; los poderosos que van llenando el mundo de santos inocentes.
Me pregunto si yo mismo, y quienes formularon el interrogante en el canal televisivo, no seremos los que realmente estamos haciendo imposible la Navidad.
Mons. Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger