El punto XIII de la Estrategia Mundial para la Conservación de la Naturaleza, proclama que la participación y la educación son el soporte necesario para la conservación de los espacios naturales, de tal forma que " habrá que transformar el comportamiento de la sociedad si queremos conseguir los objetivos de la conservación “
Pensamos que deberíamos avanzar hacia la sostenibilidad tal y como lo recoge Joha Sipila del Consejo Metropolitano de Helsinki, cuando define desarrollo sostenible como “aquel en el que se utilizan nuestras ilimitadas capacidades intelectuales en lugar de nuestros limitados recursos naturales”
Consideramos la educación ambiental como el principal instrumento que permitirá desarrollar plenamente la participación ciudadana.
¿Cómo logrará la educación ambiental el objetivo de cambiar actitudes y valores en la sociedad?
Seguro que alguna vez en nuestra vida nos hemos comprometido voluntariamente, sin que nadie por tanto nos haya obligado, para hacer algo por mejorar nuestra relación con nuestro entorno. Solo al considerarnos una parte más, estamos dando un primer paso importante, ya que seremos capaces de valorar la gran capacidad del ser humano para transformar el medio. Creemos que no hay mayor placer que actuar a favor de algo o alguien estando convencidos de que nuestro esfuerzo supondrá una aportación que, sumadas a muchas otras, aunque no podamos cuantificar, si que nos hará sentir bien.
Si además ese esfuerzo individual no ha sido fruto de una exigencia externa, es decir de una imposición, sino que nace de lo más profundo de nuestro interior, de esa llama que nunca se extingue pero que en muchas ocasiones hay que reavivar, podremos afirmar que nuestro propósito inicial se construye a partir de una base firme y bien cimentada. Y ahí se enmarca la educación ambiental.
Pero un educador ambiental apreciará en verdad que ha llegado a comunicar cuando realmente se involucra, cuando sus propias acciones con una base formativa y repletas de sentimiento calan en la gente que le rodea. Realmente a través de nuestros actos estaremos enseñando algo que no se aprende, sino que debe descubrirse personalmente: la necesidad de valorar la vida y todas sus manifestaciones. Esto requiere un continuo proceso de autocrítica y evaluación, reconociendo nuestras limitaciones, pero asumiendo que no podemos ser ambientalmente coherentes sólo en ocasiones puntuales, y que además durante este proceso el único premio, valoración o reconocimiento que recibiremos será el de sentirnos satisfechos de nosotros mismos.
