Por FISAT
Fue la segunda residencia de acogida de niños, niñas y adolescentes de la Fundación Ángel Tomás- FISAT y se convirtió en el pilar de las iniciativas sociales de Burriana. “Ya hace 10 años que la Casa abrió sus puertas a los primeros chicos y chicas. Desde ese día la semilla que muchos salesianos, salesianos cooperadores, y familia salesiana soñaron se hizo realidad. Hoy 10 años después, son cinco los proyectos que se enmarcan en Burriana, dando respuesta a distintas necesidades de la infancia y juventud más vulnerable”, explica Raúl Hernández, antiguo director de la casa y director de la plataforma social salesiana en la localidad.
El mayor logro ha sido sin duda convertir este recurso de acogida en un hogar, en “la casa” de todas las personas que han pasado. Educadores con mayor y menor trayectoria dentro del recurso como Raúl, Javi Burgos, Roberto España y su actual director, Alejandro Forcano, coinciden en esta experiencia.
“La Casa Don Bosco, durante estos años ha sido hogar y familia donde profesionales, niñas y niños han compartido, han crecido y han vivido juntos. Para mí, formar parte de este sueño ‘salesiano’ ha sido una de las mejores aventuras de mi vida; momentos apasionantes y llenos de vida quedan en mi recuerdo y en mi corazón, haciéndome mejor persona, mejor educador salesiano y mejor cristiano”. Raúl Hernández dirigió el centro de acogida desde sus inicios hasta 2020.
Javi Burgos recuerda esos inicios: “Recuerdo como si fuera ayer los días previos a la llegada de los chavales, las prisas de un equipo que apenas se conocía por tenerlo todo preparado y los nervios de quien estrena algo que no sabe muy bien cómo va a funcionar.
Los primeros días fueron llegando los chicos y chicas poco a poco, un día dos, otro tres… y en semana y media estábamos funcionando a pleno rendimiento.
Si tuviera que resumir 10 años en una palabra, no tengo duda de que sería ‘alegría’. Y por eso evoluciona cada día, porque se trabaja con una sonrisa, con buen humor, como una familia y mirando con esperanza cada proceso de cada joven”.
“Después de 10 años en la Casa Don Bosco me siento parte de ella. Es mi segunda casa. Para mí ha sido un privilegio formar parte de su evolución, de su crecimiento, de sus errores y aciertos. Y sobre todo de haber conocido y vivido intensamente con todos los que por allí han pasado, jóvenes y trabajadores”.
Pero, ¿se sienten en casa también los niños, niñas y jóvenes que han pasado o viven en ella?
“Mi experiencia me dice que la mayoría de chavales, aunque en ciertos momentos les pese vivir aquí, encuentran en la Casa Don Bosco el espacio de acogida, dedicación y afecto que necesitaban. Por otra parte, los profesionales encontramos otra manera de llevar a cabo nuestra tarea basada en la familiaridad, en el vínculo que se crea al compartir el día a día juntos”, reflexiona Roberto España.
“Pese a llevar varios años trabajando en la Casa Don Bosco me sigue llamando la atención que tanto los profesionales como los chavales que pasan por aquí hablan de este lugar como “La Casa”. No es un centro, no es una residencia, ni siquiera un hogar, es La Casa.
Me arriesgo a decir, y creo que no me equivoco si digo que las personas que trabajamos aquí tenemos dos casas, nuestra casa y La Casa. Con todas sus historias, con todos los momentos de felicidad y alegría que son más que los malos tragos. La Casa de todas las personas que quieren sentirse familia. Con determinante y en mayúsculas porque es excepcional, es única, como La Casa no hay otra”.
Alejandro Forcano, actual director, confía en seguir manteniendo el legado de Don Bosco.