Sorprendiendo nuevamente a todos, el Papa Francisco reunido con miles de jóvenes éste fin de semana pasado en Milán, planteó un nuevo desafío a la Iglesia, proponiendo la hermosa tarea de confrontarse con la realidad de los jóvenes, dialogar con ellos, escucharlos y juntos dejarse interpelar a la luz del evangelio.
Este mensaje nos atañe de manera muy especial a nosotros salesianos porque toca las raíces de nuestra identidad y lo propio de nuestra vocación y presencia carismática en la Iglesia, evocandonos las palabras de Don Bosco: “He prometido al Señor que hasta mi último aliento, estará al servicio de mis pobres muchachos”.
La invitación del papa nos sitúa como salesianos en tierras conocidas, en nuestros ambientes y en nuestro hábitat natural que es la condición juvenil, que sin duda hoy presenta condiciones inéditas respecto a las generaciones anteriores.
La realidad juvenil es esencialmente dinámica en movimiento continuo, flujo, devenir, cambio. Los jóvenes hoy más que nunca viven desplazándose continuamente, vagan por las ciudades y las redes sociales, construyen comunidades virtuales donde comparten opiniones, sueños y frustraciones. Hoy más que nunca forma de estar en el mundo no es la permanencia sino el desplazamiento. “Nos guste o no, es el mundo en el cual están injertados y es nuestro deber como pastores ayudarles a atravezar por este mundo” lo dijo el Papa Francisco.
Estos nuestros jóvenes de hoy, se ven contínuamente enfrentados ante las turbulencias propias de un mundo, en el que se ven obligados a lucha por posicionarse como un actor relevante en la sociedad, tratando de no dejarse arrinconar. Pero nos basta con mirar a los ojos de los jóvenes hoy para percatarnos del grado de incertidumbre en el que están inmersos.
Viviendo en una situación especialmente difícil, los jóvenes son las principales víctimas de la crisis económica, y, hoy por hoy, los grandes olvidados de nuestras sociedades; en el tercer mundo son millones de jóvenes que no cuentan con la posibilidad de estudiar o de trabajar y viven en la completa frustración y en el desaliento por la falta de oportunidades.
Es muy cierto que los jóvenes son la fuerza del cambio, pero ante la falta de oportunidades ante la vida y debido a la carencia de políticas públicas especialmente en la calidad educativa y laboral; muchos de ellos para lograr sus metas se ven obligados a migrar, con todas las consecuencias, a otros lugares y sin contar con otra opción en sus vidas.
El próximo Sínodo sobre los jóvenes y la vocación será una magnífica oportunidad para confrontarnos y dialogar con esta generación joven que vive un momento particularmente difícil y que es un fuerte reto que nos implica reeditar nuestro compromiso con ellos y replantear la manera en que nos hacemos presente en medio de ellos hoy, y les ayudamos a lograr sus metas, hacer realidad sus sueños y a vivir su esperanza.
Será la oportunidad para ser más radicales y solidarios con la condición juvenil y “resignificar nuestra de manera de servir” nuestra forma de ser salesianos hoy. No basta con cambiar las estructuras y las formas de servicio; el cambio fundamental se debe dar en nuestra estructura personal delante de ellos, en nuestra adhesión renovando la promesa que Don Bosco ha hecho a Dios y que hemos retomado el dia de nuestra profesión religiosa: “He prometido al Señor que hasta mi último aliento, estará al servicio de mis pobres muchachos” (Memorie Biografiche XVIII, 258).