No, yo no me he inventado esta expresión. La he encontrado escrita en el mensaje que el papa Francisco ha enviado a los participantes en el Jubileo Continental de la Misericordia que a finales de agosto se ha celebrado en Bogotá con cardenales, obispos, sacerdotes y representantes de institución religiosas y laicas de 22 países de América Latina, además de los Estados Unidos y del Canadá.
Me ha parecido una expresión muy oportuna para aludir a un hecho que preocupa al papa Francisco: la actitud de los que re resisten a aceptar uno de los mensajes que nos ha transmitido en la Exhortación Amoris Laetitia, y esta actitud les ha llevado al extremo de rechazar su magisterio. Me refiero a la necesidad de echar mano de la misericordia y acoger con los brazos abiertos a los matrimonios que se encuentran en situaciones ‘irregulares’, manifestándoles que la Iglesia es, también, su hogar familiar.
He aquí su pensamiento: «Al observar cómo actúa Dios [con misericordia], nos puede pasar lo mismo que al hijo mayor de la parábola del Padre Misericordioso: escandalizarnos por el modo como el padre de la parábola trata al hijo que ha regresado a casa. Escandalizarnos porque le acoge con los brazos abiertos, porque le trata con ternura, porque ordena que le vistan con el mejor de los vestidos, estando tan sucio. Escandalizarnos porque le ha besado y ha organizado una fiesta. Escandalizarnos porque no le ha castigado sino que le ha tratado como lo que es: un hijo. Empezamos a escandalizarnos cuando aparece el Alzheimer espiritual; cuando olvidamos como el Señor nos ha tratado, cuando empezamos a juzgar y dividir la sociedad. Nos invade una lógica separatista que, sin darnos cuenta, nos lleva a fracturar nuestra realidad social i comunitaria. Fracturamos el presente construyendo dos sectores: el sector de los buenos y el de los malos, el de los santos y el de los pecadores. Esta pérdida de memoria nos hace olvidar la realidad más rica que tenemos y la doctrina más clara que debemos defender. Sí, la realidad más rica y la doctrina más clara: siendo nosotros pecadores, el Señor nunca ha dejado de tratarnos con misericordia».
No sé cómo lo veréis. Quizá se trata de una enfermedad que se contagia. ¿No necesitamos una vacuna contra el Alzheimer espiritual?
Francesc Riu
Misionero de la misericordia