En una visita por Cataluña, su tierra natal, conversamos con él sobre los dos últimos años de guerra en el norte de Etiopía, con visos de llegar a su fin pronto.
Pregunta.- Los medios de comunicación hablan constantemente de la guerra en Ucrania, pero casi ni una palabra de Etiopía. ¿Cómo te hace sentir esta situación?
Respuesta.- Cuando estalló la guerra en noviembre del 2020 en el norte de Etiopía, esta ocupó un cierto espacio en los medios de comunicación y algunas naciones y organismos internacionales se interesaron y ofrecieron su ayuda. Pero con el paso de los días y con el inicio de la guerra en Ucrania el conflicto en el Tigray dejó de ser noticia. Estos dos años, para la región del Tigray y también en parte para el resto del país, han supuesto un gran sufrimiento para mucha gente: guerra, hambre, carencia de medicinas y asistencia médica, cierre de escuelas y universidades, incorporación a filas de muchos jóvenes… Pero es un hecho que el final de las hostilidades ha sido posible con la intervención de organismos internacionales. La comparación con el trato dado a la guerra con Ucrania no me concierne.
P.- Vuestra comunidad, en el Tigray, está situada en la zona más afectada por la guerra. ¿Cuáles son las necesidades de la gente?
R.- Un doctor del hospital más importante de Makallé decía en un programa de la TV local: “Nosotros, como médicos, estamos aquí para salvar vidas, pero la realidad es que sólo nos queda esperar el día en el que morirán estas personas a las que no podemos ayudar”. Este testimonio refleja la dureza vivida durante estos dos años de sitio y guerra. La carencia de alimentos y medicinas, junto con la ausencia de comunicaciones, ha marcado la vida de la mayoría de personas, y no solo de los más pobres. Han sido años de hambre con muertos y desnutrición, especialmente visible en niños y niñas.
Debido a la inseguridad y la destrucción producidas por ataques por tierra y aire, muchas familias han emigrado y viven en campos de refugiados en el propio país o en Sudán. Es necesario facilitarles la vuelta a sus hogares y ayudarles a rehacer sus vidas.
P.- ¿Y cómo os habéis organizado para dar respuesta a las necesidades?
R.- Al igual que otras entidades civiles y religiosas, la diócesis de Adigrat, con su obispo al frente, las comunidades salesianas y de otros religiosos y religiosas hemos estado cerca de la gente con nuestra presencia y, cuando ha sido posible, repartiendo alimentos con subsidios recibidos a través de nuestra comunidad provincial de Adís Abeba y del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas. Acogiendo a la gente, recibíamos su agradecimiento con expresiones como esta: “No venimos por lo que nos podáis dar, sino porque aquí en Don Bosco nos sentimos seguros y amados”.
P.- ¿Cómo les ha afectado a los más jóvenes toda esta situación?
Las escuelas y universidades han permanecido cerradas durante tres años, primero por la pandemia y después por la guerra, afectando el futuro de los niños y jóvenes y de todo el país. Muchos jóvenes de la región se han visto obligados a enrolarse como soldados.
Las comunidades salesianas en Etiopía y Eritrea, con 106 miembros y muchos laicos, trabajan en colegios, parroquias, centros juveniles y obras sociales. La juventud ha evolucionado y siente la necesidad de cualificación para poder acceder a un buen nivel de vida, pero sufre las consecuencias de la situación presente. Esto explica que haya mucha emigración sin planificación y en condiciones no seguras. La falta de trabajo después de los estudios hace que muchos aspiren a trasladarse al extranjero y engrosar así el número de etíopes en la diáspora.
P.- Todavía te veo en forma, pero los años van sumando. ¿Tu camino continúa en Etiopía?
P.- Los 36 años que llevo en Etiopía han representado para mí un enriquecimiento personal –es mucho más lo que he recibido que lo que he podido dar– y ello hace que, a pesar de mi edad y de encontrarme en España por unos meses, desee volver. Puedo ofrecer mi presencia y poco más, pero creo que de eso es de lo que tienen más necesidad la gente y particularmente los jóvenes: una presencia amorosa hecha de cercanía y convivencia a imitación de Jesucristo y Don Bosco.
P.- Cierra los ojos y pide un deseo a Dios para este pueblo al que tanto quieres.
R.- Mi deseo es que todos en el país nos pongamos a trabajar por restañar las heridas, basar la paz en la justicia y la convivencia en fraternidad respetando la Constitución y los valores vividos por las diversas religiones que la gente profesa y el respeto entre las diferentes etnias. Expresado en forma de oración pediría que se realicen las palabras del salmista: “Etiopia extenderá sus manos a Dios” (Salmo 67/68).
No quiero terminar la entrevista sin dar las gracias por la solidaridad de la España salesiana, que a través de sus ONGD Bosco Global, Jóvenes y Desarrollo y también con Misiones Salesianas, sigue apoyando nuestros proyectos en el país.