«Cuando hace 40 años empezamos el Club Amigos, no podíamos imaginar todo lo que iba a pasar luego. Recuerdo perfectamente cuando un sacerdote salesiano, Jesús Lacuey, nos dijo a dos jovencísimos salesianos clérigos, Benito Sanz y un servidor: Tengo una idea en la que quiero que me ayudéis: un club de Tiempo Libre para chicos y chicas. Usaremos la sala de juego de abajo y haremos socios. Y añadió: “Le llamaremos Club Amigos, como en Tarrasa”. Jesús había llegado de Tarrasa hacía unos meses y Benito y yo habíamos vivido con Jesús en esa ciudad dos años antes, cuando hicimos el noviciado. Recuerdo hasta el lugar donde me lo dijo: la cristalera junto a la iglesia, después de desayunar».
Josan Montull, en el Teatro Salesiano que ha sido ágora de tantas y tantas de sus retóricas brillantes, empezaba este sábado por el principio, por los buenos principios, su alocución. Primero, la incertidumbre, «pero luego la masa de chicos y chicas que empezaron a llegar fue impresionante», curiosamente cuando en las matrículas de los salesianos no había niñas. «Fue un aliciente –¡para qué negarlo!- con nuestros preadolescentes del entonces 7º y 8º de EGB». Pronto, 200 socios con carnet que entregaban para que se les prestaran juegos, teníamos que sellar cada mes a la vez que pagaban cinco duros. «Pronto dejamos esta práctica pesadísima».
Jesús Lacuey marchó a Madrid el curso siguiente y llegó Ángel Asurmendi, «un auténtico don Bosco que jugaba con los chicos, salía al teatro, iba de excursión, celebraba misa, animaba Pascuas, jugaba al fútbol, cocinaba divinamente…y se hizo muy amigo de todos. (hoy es mi mejor amigo). Con él montamos por primera vez algo que sería distintivo del Club Amigos: las Colonias. La primera la hicimos en Plan. Se preparó todo en 15 días…Con las Colonias, el Club Amigos adquiere ya un carácter muy especial».
La fase siguiente era la de responder a la necesidad de monitores. «Teníamos que contar con jóvenes que educaran a otros jóvenes», y el voluntariado ha permitido que «hoy somos lo que somos». Más de 30 monitores y 20 voluntarios adultos fijos, para atender a 300 socios de 9 a 17 años. Josan Montull ha enumerado los grupos de IEF para la reflexión sobre la fe, la ludoteca, las acampadas, salas de juegos, fiestas, torneos… Una programación inacabable..
El sacerdote ha considerado el Club «un auténtico milagro», que consigue que los viernes sean continuidad de la semana para variar el chip y vivir un ambiente pleno de virtud. Ha agradecido el valor de los monitores, de los voluntarios, de los salesianos, a los amigos de Barasona en Monzón, de los de Trobada, los de Zaragoza…
Prosigue. «Así como no podemos entender a don Bosco sin Jesucristo, no podemos entender el Club Amigos sin una experticia de amistad con Jesús. Los grupos de IEF, los momentos de fe, las Pascuas, las Convivencias, la misa de cada sábado son elementos insustituibles. Si algún día esto falla, el Club desaparecerá. No se trata sólo de entretener a los chavales, no es “que estén en un lugar donde les cuidan” ya hay otros sitios para eso. El Club es un Centro salesiano. Pase lo que pase, estén los monitores que estén, la identidad cristiana es para nosotros un distintivo».
La evolución es tan vertiginosa que es difícil adivinar el futuro, igual que hace cuarenta años era inconcebible semejante movimiento. «De lo que no tengo duda es de que, si somos fieles al carisma de don Bosco y si seguimos apostando por un voluntariado generoso, el Club tiene más futuro que pasado. Don Bosco tenía sueños premonitorios, era un gran soñador de lo que le ilusionaba…sus sueños –con trabajo y tesón- se hacían realidad. Somos los hijos e hijas de un soñador. Atrevámonos a soñar en un Club Amigos grande, apasionante, renovado. Seamos soñadores…por de pronto, preparemos ya un Diciembre de 2032…celebraremos las bodas de oro, los 50 años. A esa fecha, quedamos emplazados todos».
APOTEOSIS
Los dos días de celebración del 40 aniversario del Club Amigos Centro Juvenil de Salesianos se definen en una palabra: apoteosis. La deificación de los héroes entre los paganos. La trascendencia de dos días maravillosos llamados, por las circunstancias, a mirar hacia el cielo y traer una parte del cielo en la que están Dani Gómez y Alfredo Callén hasta las instalaciones en las que tanto gozaron en su juventud cercenada demasiado pronto. Pero también trascendencia (el que escala de los límites naturales) por la inspiración de Don Bosco, por la fraternidad de los jóvenes, por la convivencia de las familias.