Mt 5,1-12
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña, se sentó, y se acercaron sus discípulos; y él se puso a hablar, enseñándoles: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados. Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos quedarán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán los Hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo.»
¿Qué quiere decir para mí ser pobre según el Evangelio? ¿Estoy aferrado a mis muchas o pocas posesiones? ¿Me siento infeliz cuando alguien o las circunstancias diversas de la vida me desposean de mis privilegios, de mis prerrogativas? ¿Pongo mi confianza en Dios? ¿O más bien me fío de mis seguridades? ¿Cómo vivo la solidaridad con los pobres? ¿Me siento responsable de las injusticias y desigualdades? ¿Vivo con sobriedad en relación a las cosas?
¿Cómo integro el sufrimiento en mi vida? ¿Cómo un mal inevitable? ¿Cómo un camino de acceso a lo más íntimo de mí mismo y, por tanto, también como un camino de acceso a la realidad de Dios? A la luz del sufrimiento presente en mi vida, ¿cuál es mi concepto de felicidad? ¿Soy feliz según las bienaventuranzas?
¿Cómo me valoro a mí mismo? ¿Tengo tendencia a infravalorarme? ¿O a sobrevalorarme? ¿Soy capaz de contrastar mi verdad, aquello que soy, a la luz de la verdad del Evangelio? ¿Me dejo iluminar por la luz de la Verdad, que es Dios? ¿Hay lugar para los otros?
¿Cómo respondo en mi vida al proyecto de Dios sobre el mundo y sobre mi mismo? ¿Me creo que el amor profundiza la justicia, y hasta la despasa, que la justicia de Dios consiste a estimar? Y desde esta perspectiva, ¿soy justo conmigo mismo y con los otros?
¿Qué se ha hecho de la ternura en mi vida? ¿De la capacidad de admirarme, de alegrarme, y, por tanto, también de compartir el sufrimiento del otro, de compadecer, de «compartir»? ¿Tengo el coraje de dejar mi corazón indefenso, expuesto, vulnerable al amor de los otros? ¿Soy consciente de todo lo que me exige esta compasión: la alegría, la paz, la reconciliación conmigo y con los otros, la capacidad y el compromiso de querer a los otros…?
¿Qué hago con mis sentimientos, a menudo tan contradictorios? ¿Me doy cuenta de los motivos reales que me impulsan a hacer o a decir? Y mi mirada, ¿es limpia? ¿Es interesada? ¿Es posesiva? ¿Cómo me siento mirado por Dios? ¿Y por los otros?
¿Estoy en paz conmigo mismo? ¿O vivo en la crispación constante? ¿Qué entiendo por paz según el Evangelio? ¿Inacción? ¿Indiferencia? ¿Conformismo? ¿Procuro en mis relaciones con los otros fomentar la verdadera paz de Jesús? ¿Cuándo acojo a Jesús en mi vida, me dejo inundar por su paz?
¿Cómo reacciono ante el hecho de que hoy los cristianos, la Iglesia, ya no somos significativos? ¿Me creo que la verdadera felicidad del Evangelio reside precisamente en esta insignificancia? ¿Fundamento mi felicidad en el prestigio, en la imagen, en la consideración de los otros hacia mí?
Ponte ante la presencia del Señor..
Expresa tu alegría de vivir a la luz del Padre.
Pide que puedas gozar de la paz y la tranquilidad que emanan de esta luz.
Padre te pido que ilumines mi camino,
para que, poco a poco, descubra tus huellas,
y pueda ser también luz para todos aquellos que me rodean.
Te doy gracias porque has hecho que sea también,
para Jesús, sal de la tierra y luz del mundo.
Deja que ilumine tu vida y la de los demás.
Sonríe y observa cómo se ilumina el rostro de la gente que te envuelve.
La sal y la Luz (Brotes de Olivo)
https://www.youtube.com/watch?v=PIK9cK2eplI
El que me sigue en la vida
sal de la tierra será.
Mas si la sal se adultera
los hombres la pisarán.
QUE SEA MI VIDA LA SAL.
QUE SEA MI VIDA LA LUZ.
SAL QUE SALA LUZ QUE BRILLA.
SAL Y FUEGO ES JESÚS.
Sois como la luz del mundo
que a la ciudad alumbra
ésta se pone en la cima
donde el monte se encumbra.
Que brille así vuestra luz
ante los hombres del mundo
que palpen las buenas obras
de lo externo a lo profundo.