“De pequeño ya decía que en un futuro quería ser monitor y director de esplai”, dice riendo Miguel Gómez, monitor del Esplai Arrels, de los Salesianos de Sant Boi. “Lo bromeaba, y siempre lo recordamos. Tenía muy claro que iba a ser monitor. Estaba tan bien en el esplai… y hice el clic. Yo también quiero ser referente de alguien, quiero dar lo que me han dado a mí. Lo tenía clarísimo, sabía que quería ser monitor.”
Y así fue. Miguel es de esas personas que entró en el esplai muy pequeño, con cuatro años, y desde entonces le ha acompañado siempre. Niño, adolescente, joven, premonitor y monitor. Ha pasado por todo el arco, y el esplai ha tenido mucha incidencia en su vida. Nacido el 1 de octubre de 1999, encontró su vocación en la educación y el teatro. Por eso estudió teatro en la escuela El Timbal de Barcelona y, con un amigo, ha creado su propia compañía de teatro familiar e infantil, Embroutats. Pero vamos al principio de todo, donde todo comienza. ¿Cómo entró el esplai en tu vida?
“Mi hermana mayor empezó en el esplai y en teoría sólo se podía entrar a partir de los cinco años, pero si tienes hermanos o hermanas podías hacerlo con cuatro. Entré y ya me quedé”, dice con una carcajada. “Tenemos la escuela, donde hacemos el esplai, justo delante de casa. Salimos al balcón y vemos el patio, y mis padres quisieron apuntarnos para socializar, para estar los sábados por la tarde ocupados, hacer amigos… Como algo lúdico, era la idea inicial. Yo no iba más allá, pero con el paso de los años me di cuenta de que hay mucho más detrás que no sólo pasárselo bien”, comenta.
Desde entonces, Miguel nunca ha dejado el esplai. Sólo un año que se cambió a otro de la misma ciudad, pero el curso siguiente volvía a estar en el mismo sitio. De los cuatro años a los dieciséis, como niño; a los dieciséis, premonitor, ya los dieciocho, monitor. Pero vamos paso a paso, ¿Cómo fueron sus primeros años en el mundo del esplai?
“Recuerdo mucho las colonias, los fines de semana. Y un monitor que era muy referente para mí, Bernat; me llevaba muy bien. Yo tenía unos siete u ocho años y quería que me peinara igual que iba él. En unas colonias me lo hizo. Fue un monitor que me marcó mucho. Creo que era la forma de transmitir la alegría, siempre estaba por nosotros, y si tenía que marcar límites, lo hacía, pero sin ser agresivo; era un diálogo asertivo. Había algo en él que te transmitía mucha confianza y seguridad. Era un ejemplo a seguir dentro y fuera del esplai.”
Las personas. Al final ellas son las que marcan gran parte de nuestros recuerdos. También las experiencias que vivimos con ellas. ¿Qué hacíais en el esplai? “De todo: deportes, manualidades, talleres, gincanas… Para mí, ir al esplai era como un momento de desconexión. Cuando era adolescente, me pasaba la semana pensando en ir al esplai. También me gustaban mucho las colonias. Las primeras colonias, cuando eres pequeño, son: «¿Dónde están mis padres?». Y cuando eres mayor es: «¡Un fin de semana fuera de casa!». Es muy diferente y lo aprovechas mucho.”
Supongo que te llevas muchas cosas de tantos años. Maneras de hacer, valores, experiencias… “Una de las cosas que más he aprendido es compartir. Es de los valores que más me quedo como niño, se trabaja mucho aquí. Compartir la tarde, la merienda, momentos, como me siento yo en mi grupo… Compartir entre todos. Y la solidaridad. Dentro del esplai trabajamos mucho en diferentes proyectos sociales para ayudar y echar una mano a los que lo necesitan. Tenemos la recogida de alimentos, la campaña de Reyes… La solidaridad es un valor que trabajamos desde pequeños.”
Y añade: “En ese momento, no era consciente de qué estaba detrás de todo aquello. Para mí era jugar y estar con mis amigos, ya está. Pero con los años me he dado cuenta de que todo lo que hacía de pequeño y todo lo que me ha aportado el esplai ha sido mucho. Considero que todos los valores que tengo, como soy yo, es gracias al esplai y a todos los monitores que he tenido. Esto también es lo que me ha hecho continuar tantos años, porque yo quería poder transmitir a otros niños y jóvenes lo que a mí me transmitieron”. ¿Por qué?
“Estoy muy agradecido, del esplaio y de los monitores que tuve, porque creo que me han formado. Soy como soy gracias a esto y quiero también que otros niños y jóvenes tengan esta oportunidad, de poder crecer en el esplai. Al igual que yo lo he tenido, ahora me toca a mí darlo”, sintetiza. Así pues, determinado a devolver todo lo que le había ofrecido el esplai en su infancia, Miguel cumplió dieciséis años y empezó el camino al equipo de monitores. La educación en el tiempo libre es la herramienta clave para avanzar.
“Siempre me he sentido muy llamado vocacionalmente por la educación. Creo mucho en la educación en el tiempo libre. La educación formal la valoro muchísimo, pero creo que en el tiempo libre se puede llegar muy rápido y de forma muy dinámica y lúdica a los niños. Puedes transmitir valores a través del juego y creo mucho en el modelo que tenemos en los Salesianos”, comenta. Y esto, ¿cómo se organiza dentro del equipo y cómo se transmite como monitor?