Lc 2,16-21
En aquel tiempo, los pastores fueron corriendo y encontraron a María, a José y al niño acostado en el pesebre. Al verlo se pusieron a contar lo que el ángel les había dicho acerca del niño, y todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. María guardaba todo esto en su corazón, y lo tenía muy presente. Los pastores, por su parte, regresaron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían visto y oído, pues todo sucedió como se les había dicho.
A los ocho días circuncidaron al niño y le pusieron por nombre Jesús, el mismo nombre que el ángel había dicho a María antes de que estuviera encinta.
Hoy celebramos la solemnidad de Santa María Madre de Dios. El evangelio de hoy se enmarca en el nacimiento de Jesús. La escena general contrasta con el otro nacimiento que nos presenta el evangelista: mientras que Juan nace en un ambiente familiar, entre los vecinos y amigos de la familia, en medio de la alegría y de la fiesta compartida; en cambio, el nacimiento de Jesús se produce en el silencio y la soledad de la noche, en un ambiente humilde (un pesebre). Y sólo unos pastores, que estaban cuidando el rebaño por la noche, son los testigos de lo que acaba de ocurrir…
Este contraste nos puede sugerir lo siguiente: Dios se hace presente en los momentos fuertes de la vida (el nacimiento de Juan es un gran acontecimiento en la vida de la familia y del vecindario, recuerda que su padre se había quedado mudo y que en ese momento volvió hablar); pero también en lo más sencillo y cotidiano (los pastores estaban pasando una noche más cuidando de su rebaño). Y es en esta sencillez y cotidianeidad en la que la experiencia es más fuerte…
En mi vida… Dios se hace presente en los retiros, los ejercicios espirituales, los encuentros juveniles, todos ellos experiencias fuertes. Pero, ¿descubro también a Dios en los momentos ordinarios de la vida, en lo que no tiene importancia?
Fijémonos en María. El evangelio nos dice que “guardaba todo esto en su corazón, y lo tenía muy presente”. ¿Qué pasaba por su corazón en estos momentos? Seguramente recordará aquel momento en que supo que se había quedado embarazada, las dificultades que había vivido por ello (si José la repudiaba o no), el gozo de sentirse confirmada al visitar a Isabel, las circunstancias en las que había nacido su hijo…
Y también nos podemos fijar en los pastores. Después de la experiencia de esa noche, “regresaron dando gloria y alabanza a Dios”, como testigos de lo que había sucedido.
María y los pastores nos recuerdan las dos actitudes básicas del creyente: interiorizar lo vivido, viendo a Dios en ello; ser testigos, proclamar lo que hemos experimentado al acercarnos a Dios. Esto nos invita a reflexionar en nuestra vida como creyentes:
¿Vamos guardando lo que nos sucede, lo que huele a Dios, en nuestro corazón?
¿Nos dejamos tocar el corazón por esta experiencia para luego, como los pastores, dejar que se manifieste en nuestra vida?
Explicación del icono
Este icono de la Virgen es de origen griego, de la escuela bizantina macedonia (s. XII).
- Lo primero que llama la atención de la figura de María es su belleza, completamente distinta de los cánones occidentales.
- Quizás, su poder de atracción radica en su mirada.
- Es un ejemplo del sentido espiritual, no sensual, de la iconografía oriental.
- Por eso el niño Jesús no es un niño más que por su estatura. Está revestido con el hymatión, la túnica de adulto, de color dorado, signo de divinidad; tiene rostro de adulto. No es el niño quien está ahí representado, sino el Hijo.
- Llama también la atención el cariñoso gesto que le dedica a su madre. Él es la ternura de este icono.
- María está vestida con el maphorión, el manto que la cubre por la cabeza. Las estrellas que lleva, una en la cabeza y la otra en el pecho, son signo de la virginidad.
Para orar:
Prepárate para la oración: párate y asiéntate, respira y reviste tu corazón de sencillez, … Pide hoy con el espíritu de la oración el don del amor a María…
OBSERVA: detente, sin prisas, en contemplar la imagen del icono… En silencio, sin nada que comprender y mucho que vivir… Dedícale un tiempo generoso a dejarte mirar por María…
RECONOCE: recuerda algunas cosas de la explicación del icono y obsérvalas en la imagen… Recuerda que su nombre, la Virgen de la Ternura, le viene no de ella, sino de Jesús… Contempla ahora el tierno amor del hijo hacia la madre…
INTERPRETA: “Ahí tienes a tu madre… y desde aquel momento, el discípulo la recibió como suya” (Jn 19, 27). Mira el icono repitiendo las palabras… “Ahí tienes a tu madre…” También el icono parece sugerir que es la madre la que nos presenta al hijo y nos dice: Aquí tienes a tu Salvador… a tu Maestro… a tu Amigo… Ve completando tú la frase y pon las palabras en boca de María…
SENTIR: Vuelve a contemplar en silencio el icono… vuelve a dejarte mirar por María… y siente la mirada que te alcanza el corazón… déjate llevar por el abrazo del niño hacia la Madre…
APLICAR a la VIDA: María quiere entrar en tu vida… déjale un hueco, hazle un espacio a su mirada tierna… pide a Dios poder amarla como lo hace Jesús en el icono, con ternura…
Da gracias a María por estar ahí y poder contar con ella… Da gracias por el diálogo con el icono y por el rato de oración… y sal despacio de ella.
(Adaptado de ALVEAR, José Mª; Ante Ti. El camino de la oración. PPC 2009)
Pere Casaldàliga nos regala este poema dedicado a María. Porque su nombre nos recuerda que la pobreza remueve las entrañas de Dios, que la promesa de Dios se hace carne en su seno, el Reino crece en su interior,…
Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza
compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa
sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne
viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene
caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz
y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre
puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte
puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya,
Causa de Nuestra Alegría.
Pere Casaldàliga