Evangelio Lc 2,22-40
Narrador: Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada.
José: ¿Dónde está Jesús?
María: ¿No sé, José? Voy a preguntar por si alguien lo ha visto.
Parientes: No, no lo hemos visto.
María: Tendremos que volver a Jerusalén para ver si está allí.
Narrador: Al verlo, se quedaron atónitos.
María: Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
Jesús: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabías que yo debía estar en la casa de mi Padre?
Narrador: Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
Jesús y sus padres iban a Jerusalén cada año, en peregrinación. Jesús de quedó en Jerusalén y no volvió con sus padres.
Cuando María y José se dieron cuenta y no lo encontraban por ningún sitio, volvieron a buscarlo.
Lo encontraron en el templo, María le preguntó que ellos lo habían pasado muy mal al no encontrarlo. Jesús contesto que él estaba con su Padre.
Jesús, como todos los hijos, estaba acompañado por su madre, por su padre…; pero sobre todo acompañado por Dios Padre, formando la gran familia. Familia cristiana en la que todos tenemos nuestro lugar.
Jesús,
en este día de la Sagrada Familia,
pongo ante ti a todas las personas que tengo cerca:
familia, amigos, compañeros…
a todos aquellos con los que comparto la vida de alguna manera.
Que entre nosotros reine la misericordia, la paz,
la alegría, la comprensión, la bondad.
¡Bienvenido, Jesús! Quiero que te quedes en mi casa y
en mis cosas para siempre.