Evangelio Jn 6, 41-51
NARRADOR: En aquel tiempo, los judíos murmuraban de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan bajado del cielo».
JUDÍOS: ¿No es este Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?
NARRADOR: Jesús tomó la palabra y les dijo.
JESÚS: No critiquéis. Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”.
JUDÍO 1: No te inventes nada, todos te conocemos…
JESÚS: Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
JUDÍO 2: ¿Nos quieres decir que el Padre te ha elegido a Ti? Demuéstranos que tú eres el que viene de Dios y no seas tan creído.
JESÚS: Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
JUDÍOS: ¿Acaso tú eres más que Moisés y que nuestros padres?
JESÚS: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo.
El discurso del pan nos habla de quién es Jesús, a través de la imagen del pan. Así como el pan es nuestro alimento básico, también Jesús es el que hace posible nuestra vida espiritual. El pan es también un don de Dios, aunque lo tenemos que ganar con esfuerzo, y así lo recordamos cuando bendecimos la mesa; asimismo, Jesús es el regalo enviado por el Padre para darnos vida en abundancia.
Gracias, Señor,
pues me ayudas a saber que tengo hambre
del Pan verdadero que baja del Cielo.
Te pido que siempre busque saciar mi hambre y sed
de mi encuentro personal contigo.