Mc 6, 30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían, que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a solas a un lugar desierto. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
Hay mucho por hacer, y a menudo, nos sentimos cansados y abatidos, pero debemos saber que cualquier situación es buena para dar testimonio, incluso las que parecen más inconvenientes o imprevistas. No hay vacaciones cuando se trata de ayudar a otros. Así, debemos estar siempre despiertos, alerta, preparados para echar una mano a quien lo pide y, muchas veces, también a quien no sabe pedirlo. En esta empresa no estamos nunca solos, aunque en los momentos de abatimiento lo podamos llegar a pensar.
Del Salmo 23
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace reposar,
me conduce hacia las aguas del remanso
y conforta mi alma;
me guía por los senderos de justicia,
por amor a su nombre;
y conforta mi alma;
Me guía por los senderos de justicia,
por amor a su nombre;
aunque vaya por un valle tenebroso,
no tengo miedo a nada,
porque tú estás conmigo,
tu voz y tu cayado me sostienen.
Lealtad y dicha me acompañan
todos los días de mi vida;
habitaré en la casa del Señor
por siempre jamás.
“Conseguirás la mayor felicidad, el mayor logro, si amas a quien te odia; pero también es placentero ser amado: no hay riqueza más cierta que la amistad verdadera, ni ningún guardián tan poderoso como un amigo fiel: así como el sol es al mundo, es la amistad a la vida.”
Joan Lluís Vives (“Invitació a la saviesa”)