ESTUDIO DE LA PALABRA | CICLO B – SANTÍSIMA TRINIDAD

27 mayo 2021

Propuesta de Lectio Divina personal (o en grupo)

SANTÍSIMA TRINIDAD Ciclo B (Mt 28,16-20)

 

 

ORACIÓN

Creemos que estás en medio de nosotros, Padre, y en nuestro interior;

creemos que el Espíritu de tu Hijo nos impulsa.

Te pedimos que no dejamos de estar abiertos al Espíritu,

y que sepamos escuchar sus insinuaciones.

Que venga sobre nosotros tu Espíritu

que nos ayude a conocer más a tu Hijo

a través de la Palabra que ahora escucharemos.

(B) PASOS PARA LA MEDITACIÓN

  1. LEE…

¿Qué dice el texto?

Atiende a todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas. Para la comprensión del texto te pueden servir los comentarios que te ofrecemos a continuación.

Texto (Mt 28,16-20)

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabe que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

Comentarios:

Este pasaje, colocado al final a modo de resumen, es clave para entender bien el resto del evangelio. En él tiene lugar la manifestación de Jesús resucitado, que confía a sus discípulos el encargo de congregar a todos los pueblos y hacerlos discípulos suyos. Los discípulos, siguiendo la indicación de Jesús (Mt 26 32), renovada ahora a través del testimonio de las mujeres (Mt 28 7.10), se dirigen a Galilea. Es significativa la ausencia de Judas: ahora son sólo los once discípulos. También es significativo el escenario en el que Jesús los ha citado: en Galilea, es decir, allí donde él comenzó su misión anunciando el reino de Dios con signos y palabras (Mt 4 12-17).

El encuentro tiene lugar en un monte, que es el lugar de la manifestación de Dios. Jesús va a manifestar su gloria a los discípulos y a encargarles que continúen su misión. En este encuentro final Jesús acoge y perdona a sus discípulos. Ellos han vacilado y le han abandonado (Mt 26, 56). A lo largo de todo el evangelio han aparecido como hombres de una fe vacilante (Mt 6 ,30; 8, 26; 14,31; 16, 8); su actitud está bien resumida en la de Pedro, que vacila ante las dificultades y se hunde en el lago (véase comentario a Mt 14 28-31 y 16 21-28). Sin embargo, en este último encuentro, pasado ya el trance de la pasión, los discípulos le reconocen como su único Señor y le adoran.

Las palabras que Jesús les dirige ahora son, en primer lugar, una revelación del misterio de su persona. Él es el Señor resucitado, que posee plena autoridad sobre cielo y tierra; es el maestro, a cuyas enseñanzas han de remitirse siempre sus discípulos; es el Dios-con-nosotros, que acompaña siempre a la iglesia en su misión. Este Jesús, a quien los discípulos adoran y conocen ahora en profundidad, es el que les encarga la tarea de hacer discípulos a todos los pueblos. Su misión es ahora más universal que la que les había encomendado cuando aún estaba con ellos (Mt 10,,5-15). La buena noticia debe llegar a todos para que todos puedan experimentar la alegría de vivir en la cercanía de un Dios, que es Padre.

El encargo de Jesús resume las dos fases de la iniciación cristiana, tal como se vivía en la iglesia de Mateo. La primera era la enseñanza. Su contenido eran las palabras de Jesús, que el evangelista ha recogido y ordenado en cinco grandes discursos: el auténtico discípulo deben aprender a ponerlas en práctica (Mt 7, 21-27). La segunda fase era el bautismo, que sellaba la íntima vinculación del discípulo con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No es casual que el evangelio termine con un envío misionero. La iglesia de Jesús es esencialmente una comunidad misionera. Las palabras del Señor resucitado: poneos en camino, la invitan a salir constantemente de sí misma, para abrirse a un nuevo horizonte: el de todos los hombres que no conocen el gozo de sentirse hijos de Dios y hermanos entre sí.

  1. MEDITA…

¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Sugerencias:

“…haced discípulos…, bautizadlos, consagradlos, enseñándoles a poner por obra lo que os he mandado…”

“Ya no es Jesús que actúa, es un encargo de urgencia que nos deja: actuar conmigo… “Yo estoy con vosotros todos los días…»

–     “Ponte en camino”

–     “Consagradlos al Padre, al Hijo y al Espíritu”

  1. CONTEMPLA Y REZA…

¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Sugerencias:

Podemos hoy rezar de esta manera:

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Gloria a Dios que es, que era y que vendrá.

  1. ACTÚA…

¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

  1. COMPARTE…

Si la Lectio se hace en grupo, podéis compartir con sencillez lo que cada uno ha descubierto, para enriquecimiento del grupo.

  1. DA GRACIAS…

Puedes acabar este momento con una oración: expresa a Dios lo que has vivido, dale gracias por lo que te ha manifestado, y pide al Espíritu que te haga pasar de la Palabra a la vida.

Gracias, Padre, por lo que me has revelado con esta Palabra.

Ayúdame a progresar en el conocimiento de tu Hijo, Jesús,

y hazme dócil a la acción del Espíritu en mi vida.

 

Fuente Oración: Evangelio al dia 2020 Ed. CCS

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