Por Vaticans News
Un padre amado, un padre en la ternura, en la obediencia y en la acogida; un padre de valentía creativa, un trabajador, siempre en la sombra: con estas palabras el Papa Francisco describe a san José de una manera tierna y conmovedora. Lo hace en la Carta apostólica ‘Patris corde’, publicada hoy con motivo del 150 aniversario de la declaración del Esposo de María como Patrono de la Iglesia Católica. De hecho, fue el Beato Pío IX con el decreto ‘Quemadmodum Deus’, firmado el 8 de diciembre de 1870, quien quiso este título para san José. Para celebrar este aniversario, el Pontífice ha convocado, desde hoy y hasta el 8 de diciembre de 2021, un año especial dedicado al padre putativo de Jesús. En el trasfondo de la Carta apostólica, está la pandemia de Covid-19 que -escribe Francisco- nos ha hecho comprender la importancia de la gente común, de aquellos que, lejos del protagonismo, ejercen la paciencia e infunden esperanza cada día, sembrando la corresponsabilidad. Como san José, «el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta». Y sin embargo, el suyo es «un protagonismo sin igual en la historia de la salvación».
Padre amado, tierno y obediente
San José, de hecho, expresó concretamente su paternidad al haber hecho de su vida una oblación de sí mismo en el amor puesto al servicio del Mesías. De ahí su papel como «la pieza que une el Antiguo y el Nuevo Testamento «, «siempre ha sido amado por el pueblo cristiano» (1). En él, «Jesús vio la ternura de Dios», la ternura que nos hace “aceptar nuestra debilidad», porque «es a través y a pesar de nuestra debilidad» que la mayoría de los designios divinos se realizan. «Sólo la ternura nos salvará de la obra» del Acusador, subraya el Pontífice, y es al encontrar la misericordia de Dios, especialmente en el Sacramento de la Reconciliación, que podemos hacer «una experiencia de verdad y de ternura», porque “Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona” (2). José es también un padre en obediencia a Dios: con su «fiat» salva a María y a Jesús y enseña a su Hijo a «hacer la voluntad del Padre». Llamado por Dios a servir a la misión de Jesús, «coopera en el gran misterio de la redención y es verdaderamente un ministro de la salvación» (3).
Padre en la acogida de la voluntad de Dios y del prójimo
Al mismo tiempo, José es «un padre en la acogida», porque «acogió a María sin poner condiciones previas», un gesto importante aún hoy -afirma Francisco- «en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente». Pero el Esposo de María es también el que, confiando en el Señor, acoge en su vida incluso los acontecimientos que no comprende, dejando de lado sus razonamientos y reconciliándose con su propia historia. La vida espiritual de José no “muestra una vía que explica, sino una vía que acoge”, lo que no significa que sea «un hombre que se resigna pasivamente». Al contrario: su protagonismo es «valiente y fuerte» porque con «la fortaleza del Espíritu Santo», aquella «llena de esperanza», sabe “hacer sitio incluso a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia”. En la práctica, a través de san José, es como si Dios nos repitiera: «¡No tengas miedo!», porque «la fe da sentido a cada acontecimiento feliz o triste» y nos hace conscientes de que «Dios puede hacer que las flores broten entre las rocas». Y no sólo eso: José «no buscó atajos», sino que enfrentó «‘con los ojos abiertos’ lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona». Por ello, su acogida “nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles” (4).
Padre valiente y creativo, ejemplo de amor a la Iglesia y a los pobres
‘Patris corde’ destaca «la valentía creativa» de san José, aquella que surge sobre todo en las dificultades y que da lugar a recursos inesperados en el hombre. «El carpintero de Nazaret -explica el Papa- sabía transformar un problema en una oportunidad, anteponiendo siempre la confianza en la Providencia». Se enfrentaba a «los problemas concretos» de su familia, al igual que todas las demás familias del mundo, especialmente las de los migrantes. En este sentido, san José es «realmente un santo patrono especial» de aquellos que, «forzados por las adversidades y el hambre», tienen que abandonar su patria a causa de «la guerra, el odio, la persecución y la miseria». Custodio de Jesús y María, José «no puede dejar de ser el Custodio de la Iglesia», de su maternidad y del Cuerpo de Cristo: cada necesitado, pobre, sufriente, moribundo, extranjero, prisionero, enfermo, es «el Niño» que José guarda y de él hay que aprender a «amar a la Iglesia y a los pobres» (5).
Padre que enseña el valor, la dignidad y la alegría del trabajo
Honesto carpintero que trabajó «para asegurar el sustento de su familia», José también nos enseña «el valor, la dignidad y la alegría» de «comer el pan que es fruto del propio trabajo». Este significado del padre adoptivo de Jesús le da al Papa la oportunidad de lanzar un llamamiento a favor del trabajo, que se ha convertido en «una urgente cuestión social», incluso en países con un cierto nivel de bienestar. «Es necesario comprender», escribe Francisco, «el significado del trabajo que da dignidad», que «se convierte en participación en la obra misma de la salvación» y «ocasión de realización» para uno mismo y su familia, el «núcleo original de la sociedad». Quien trabaja, colabora con Dios porque se convierte en «un poco creador del mundo que nos rodea». De ahí la exhortación del Papa a todos a «redescubrir el valor, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva ‘normalidad’ en la que nadie quede excluido». Mirando en particular el empeoramiento del desempleo debido a la pandemia de Covid-19, el Papa llama a todos a «revisar nuestras prioridades» para comprometerse a decir: “¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!” (6).
Padre en la sombra, descentrado por amor a María y Jesús
Siguiendo el ejemplo de la obra ‘La sombra del Padre’ del escritor polaco Jan Dobraczyński, el Pontífice describe la paternidad de José respecto de Jesús como «la sombra del Padre celestial en la tierra». «Nadie nace padre, sino que se hace», afirma Francisco, porque se hace «cargo de él”, responsabilizándose de su vida. Desgraciadamente, en la sociedad actual «los niños a menudo parecen no tener padre», padres capaces de «introducir al niño en la experiencia de la vida», sin retenerlo ni «poseerlo», pero haciéndolo «capaz de elegir, de ser libre, de salir». En este sentido, José tiene el apelativo de «castísimo», que es «lo contrario a poseer»: él, de hecho, «fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre», «sabía cómo descentrarse» para poner en el centro de su vida no a sí mismo, sino a Jesús y María. Su felicidad está «en el don de sí mismo»: nunca frustrado y siempre confiado, José permanece en silencio, sin quejarse, pero haciendo «gestos concretos de confianza». Su figura es, por lo tanto, ejemplar, señala el Papa, en un mundo que «necesita padres y rechaza a los amos», que refuta a aquellos que confunden «autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción». El verdadero padre es aquel que «rehúsa la tentación de vivir la vida de los hijos» y respeta su libertad, porque la paternidad vivida en plenitud hace «inútil» al propio padre, «cuando ve que el hijo ha logrado ser autónomo y camina solo por los senderos de la vida». Ser padre «nunca es un ejercicio de posesión», subraya Francisco, sino «un ‘signo’ que nos evoca una paternidad superior», al «Padre celestial» (7).
La oración diaria del Papa a san José y ese «cierto reto»
Concluida con una oración a san José, ‘Patris corde’ revela también, en la nota número 10, un hábito de la vida de Francisco: cada día, de hecho, «durante más de cuarenta años», el Pontífice recita una oración al Esposo de María «tomada de un libro de devociones francés del siglo XIX, de la Congregación de las Religiosas de Jesús y María». Es una oración que «expresa devoción y confianza» a san José, pero también «un cierto reto», explica el Papa, porque concluye con las palabras: “Que no se diga que te haya invocado en vano, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder”.
Indulgencia plenaria para el Año de San José
Junto a la publicación de la Carta apostólica ‘Patris corde’, se ha publicado el Decreto de la Penitenciaría Apostólica que anuncia el Año de San José especial convocado por el Papa y la relativa concesión del «don de indulgencias especiales». Se dan indicaciones específicas para los días tradicionalmente dedicados a la memoria del Esposo de María, como el 19 de marzo y el 1 de mayo, y para los enfermos y ancianos «en el contexto actual de la emergencia sanitaria».
La devoción de Don Bosco a san José
La figura de san José es crucial en la vida de Don Bosco. Habiendo quedado huérfano con tan solo dos años, la ausencia de su padre quedó suplida por la paternidad espiritual de sacerdotes como Don Calosso o Don Cafasso. Años más tarde, siendo ya sacerdote, Don Bosco encuentra una vocación específica en la dedicación a la juventud. Se convierte en un padre para los muchachos que acuden a su Oratorio en Turín.
El fundador de los Salesianos recomienda a los jóvenes acudir a San José, “invocándolo también con jaculatorias. Por ejemplo, durante el estudio, decid en vuestro corazón: ‘San José, ruega por mí; ayudadme a ocupar bien el tiempo de estudio y de clase’. Si os viene alguna tentación: ‘San José, ruega por mí’. Al levantaros por la mañana: ‘Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía’. Al acostaros: ‘Jesús José y María, asistidme en mi última agonía’. Don Bosco no sólo resalta la faceta paternal de san José, sino también su patrocinio del trabajo: “No olvidéis que es el protector de todos los trabajadores y que lo es también de los jóvenes que estudian. Porque el estudio es trabajo”, expresaba.
En la Basílica de María Auxiliadora en Valdocco (Turín), Don Bosco quiso dedicar un altar al Esposo de la Virgen. El cuadro central es obra del pintor Lorenzone, el mismo autor del gran cuadro del Altar Mayor, que trabajó siguiendo las indicaciones precisas de Don Bosco. San José aparece con el Niño en sus brazos, acompañado de María en actitud maternal con las manos juntas. El Niño Jesús le entrega rosas a san José, quien las deja caer sobre la iglesia de María Auxiliadora y el Oratorio de Valdocco. El propio Don Bosco explica el significado de la escena: “Las rosas blancas y rojas son las gracias que Dios nos concede; también las rosas rojas, que van acompañadas por el dolor, los sufrimientos y los sacrificios, vienen de Dios y son las mejores”.
En las constituciones de los Salesianos de Don Bosco, figuran, en el artículo 9, los patronos y protectores de la Congregación. Junto a María y a san Francisco de Sales, está también san José que, además, era celebrado con particular devoción por los salesianos coadjutores.