DON BOSCO, 200 años después
Aquí tenéis algunas de las confidencias compartidas que se escucharon, con un silencio casi sagrado, en uno de los encuentros que, religiosos y laicos, jóvenes y adultos, comprometidos con la misión salesiana entre los jóvenes de nuestra tierra, han celebrado los últimos meses, recordando el bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco.
“Dios guía mi vida y me hace capaz de interpretar sus mensajes… Los jóvenes pobres son mi pasión…La comunidad es esencial…. La pedagogía del aquí y ahora… La mirada al Cristo, que se hizo un cualquiera… Ante Dios, todo es obra suya, nosotros somos siervos inútiles…Es preciso recorrer nuevos caminos… entre los jóvenes y con los jóvenes…”. Estos fueron los enunciados de los pensamientos que iba desgranando Carmina, una religiosa salesiana con más de cuarenta años entre los jóvenes más desfavorecidos de nuestros barrios.
“Desde que era un crío me he sentido acogido y acompañado por muchas personas que me hacían sentir bien, como en casa, en un espacio abierto y libre donde nos sentíamos como amigos y se nos creía como protagonistas de tantas cosas… Con el paso del tiempo, mi presencia se transformó en voluntariado activo entre los chicos y chicas del centro: entregarte a ellos, acompañarlos, amarlos es una fuente de alegría… Sin el camino de fe que íbamos recorriendo en el grupo no habría sido posible ni mantenerse ni integrarse en la comunidad cristiana ni convertirme en lo que ahora siento que soy:” Palabras que Iñaki sacaba pausadamente de su caja en la que, nos decía, guarda lo más profundo de la experiencia oratoriana que está viviendo, de Don Bosco.
“La vida de familia de mi casa y el ambiente oratoriano que encontré de adolescente entre los salesianos me hicieron descubrir que aquel era el lugar donde yo encajaría mejor que en cualquier otro lugar. ¿Qué he encontrado?, ¿Qué es lo que estoy viviendo? a) La experiencia de Dios en la vida diaria, de quien me fío totalmente. Un Dios cercano. El Dios “Abbá”, el diálogo con el que es la oración de la vida. b) El trabajo, la disponibilidad, el descanso para tirar adelante y prestar atención a todo aquello a lo que no puedes decir que no. No se trata de trabajar por trabajar. Es trabajar con sentido. c) El optimismo, la alegría. Vivir en positivo. No tener miedo. Vivir el Evangelio de la alegría a pesar de que estés atravesando situaciones muy duras. Siempre existe una nueva posibilidad. d) Los jóvenes. Son el motor, la razón de ser. Yo noto que Dios me llama a estar entre ellos y con ellos. Ellos también me evangelizan. Los jóvenes me obligan a ser coherente. Los jóvenes necesitan que se les hable de Dios. Los jóvenes siempre proponen nuevos objetivos. El Evangelio es precisamente para ellos.” Así se expresaba Jordi, sacerdote, con una sensibilidad salesiana a flor de piel.
También Marta, actual responsable de un centro abierto en los barrios de La Clota y El Carmel, compartió sus vivencias. “Crecí en un ambiente familiar en el que mis padres a-cogieron a dos personas más a vivir en casa, con todo lo que ello supone. Es así como aprendí que vale la pena dedicarse a los jóvenes con menos posibilidades. Si eres educadora eres feliz. Los jóvenes deben sentirse amados, hay que creer en ellos, ayudarles a descubrir lo bueno que hay en los demás. Acogerlos, jugar con ellos, abrazarlos, hacer que se sientan protagonistas…Solamente así podrán ir más lejos. Don Bosco y el mismo Evangelio son fuente perenne de inspiración en la tarea educadora del día a día.”
Estamos en un año de aniversarios: Santa Teresa, Santa Rosa Molas… También Juan Bosco. Se cumplen ahora doscientos años de su nacimiento. Como otras tantas personas tocadas por el Espíritu, entregó su vida por la salvación de la juventud, la porción más delicada, y la más valiosa, de la sociedad humana, como decía él a diestro y siniestro. Doscientos años. Sin embargo, su espíritu educativo sigue bien vivo. En realidad se encarna y se recrea en cada nuevo ambiente, en cada nueva situación en la que educadores marcados por alguno de los elementos definitorios de la experiencia educativo-pastoral salesiana, se mueven, trabajan y viven.
Quien se acerca a alguno de estos ambientes encuentra chiquillos y juventud; educadores, animadores, padres y madres; actividades e iniciativas de todo tipo; grupos y asociaciones; propuestas de formación y de compromiso… Vida, movidas, alegría.
Y si el que se acerca, además, busca la razón de ser de las cosas, puede encontrar un ambiente de propuestas positivas, entusiastas, que ayuden a vivir los años de la infancia y de la juventud con alegría y con sentido; un ambiente que procura el protagonismo de chicos y chicas, que invita a la creatividad, que genera calor y familiaridad: un ambiente de acogida y de diálogo, de confianza y simpatía, en el que cada uno se siente reconocido, apreciado, amado; un ambiente que no deja de invitar con respeto y convicción a recorrer un camino de crecimiento interior, de amistad profunda, de compromiso solidario y de descubrimiento de Cristo y del Evangelio, que desembocan en un sentido pleno de la vida.
Ahora bien, si el que se acerca pasa de sentirse mero observador a implicarse en el proyecto, los descubrimientos serán mucho más profundos. Como es el caso de Carmina, de Iñaki, de Jordi o de Marta, podrá sentirse protagonista de la acción de Dios en el corazón de las personas; podrá palpar su obra creadora hasta en los chicos y chicas a los que la vida ha negado cosas esenciales; podrá experimentar la fuerza transformadora del hecho de amar pero, sobre todo, del hecho de que los otros de den cuenta de que son amados; podrá hacer la experiencia de Dios.
Don Bosco, en sus “Memorias del Oratorio”, cuenta cómo le dolería encontrarse en la calle con los sacerdotes de su parroquia y que no se dignaran responder tan sólo al saludo de un niño. “Si yo llego un día a ser sacerdote – escribe – actuaré de otra manera: me acercaré a los niños, me entretendré con ellos. Qué contento estaría de poder hablar un ratito con el sacerdote”. En la película que la RAI realizó sobre Don Bosco hay una escena que conmueve. Un grupo de jóvenes de la calle entra sigilosamente en una panadería y cada uno se lleva una barra de pan. El panadero, al darse cuenta sale tras ellos y se encuentra con Don Bosco. Al darse cuenta de que Don Bosco está más por ellos que por sus intereses, le repite duramente: “Vaya tipo de sacerdote que es usted… Sí, sí, vaya sacerdote que es usted”.
Pues de este tipo de sacerdote, el Espíritu ha hecho surgir un dinamismo que lo ha conducido a lo que hoy el Papa Francisco califica como “las periferias existenciales” tan dolorosas en la generación juvenil de hoy en día. El primer fruto es justamente el don de la predilección por los jóvenes, ser y vivir “entre” los jóvenes y “con” los jóvenes desde una lectura creyente de su realidad, comenzando por los más pobres. Todo lo demás pasa a un segundo plano. Don Bosco inició un camino: Pero aquella historia sigue haciendo futuro entre los jóvenes y con los jóvenes.
Joan Lluís Playà
joanlluis.playa @salesians.cat