El salesiano Francisco Javier Cánovas, 32 años, actualmente desarrolla su misión educativa y pastoral en Cartagena trabajando directamente en el colegio, la parroquia y el centro juvenil. También colabora con Alraso es la asociación que atiende de manera preferente a inmigrantes y que lleva colaborando con la FISAT desde hace algunos años.
¿En qué iniciativa estás implicado actualmente?
Este año, con motivo de las celebraciones del bicentenario del nacimiento de San Juan Bosco, queríamos hacerle un regalo muy especial. Desde la Comisión de Inclusión Social de nuestra casa salesiana, hemos organizado varias acciones solidarias durante el curso, pero donde más fuerzas estamos destinando es a la organización del Campamento Urbano. Esta experiencia se lleva realizando en Elche desde hace casi diez años y la riqueza que supone para los voluntarios, los destinatarios que participan y para toda la comunidad educativa, queremos vivirla aquí también.
¿Qué futuro le auguras al proyecto?
Puedo decir cómo sueño este proyecto. Veo mucha gente implicada, colaborando y trabajando en equipo durante todo el año para consolidar un proyecto que sea realmente educativo, evangelizador, transformador de la realidad y que llegue al corazón de los chavales y sus familias. Sueño con jóvenes que viven la experiencia del Campamento Urbano y lo utilizan como trampolín para crear otros proyectos, para atender a muchos jóvenes y para crear lazos con otras asociaciones, grupos y agentes sociales que tienen las mismas finalidades que nosotros. En la casa de Don Bosco cabemos todos; aquí todavía hay hueco para muchos niños, jóvenes y adultos que pueden vivir una experiencia profunda de familia, de compromiso, de amistad, de alegría…
Cuéntanos un poco sobre los niños, la realidad del proyecto…
Aún no conocemos a los destinatarios, pero estamos trabajando en red con otras entidades sociales para que deriven a los chavales al campamento urbano y poder ser fieles al perfil de destinatario de este proyecto. Desde el principio hemos contado con el respaldo de los Servicios Sociales del Ayuntamiento y los primeros destinatarios del Campamento Urbano proceden de la Hospitalidad de Santa Teresa, una asociación con fines sociales que lleva “creando solidaridad” en Cartagena desde hace casi cien años. Lo más bonito, como siempre que empezamos un proyecto, son las personas. Me encuentro rodeado de gente que se siente protagonista de esta historia, que se mueve, aporta, motiva y transmite a otros la ilusión que tenemos por sacar adelante este proyecto. De manera especial los miembros de nuestra Comisión de Inclusión Social, que lleva pensando y materializando este proyecto desde finales del curso pasado.
¿Qué diferencia a la Fundación Ángel Tomás de otras entidades?
Creo que la diferencia no está en lo que hacemos, sino en cómo lo hacemos. La FISAT es muy joven y tendremos que vigilar siempre para que no deje de serlo: valiente, atrevida, dinámica, creativa, con una estructura sencilla y ágil que permite dar respuesta a las necesidades de los niños y jóvenes de los lugares en los que los salesianos estamos presentes y que por diversas circunstancias o etapas de la vida, pueden encontrarse desprotegidos o en riesgo de exclusión social. La Fundación ejecuta sus proyectos con una herramienta: la educación; un estilo: el sistema preventivo; un modelo: Don Bosco. Esto, en mi opinión, es lo que nos diferencia de otras entidades, es nuestra “denominación de origen”.