Hace dos años el paso del tifón ‘Haiyan’ por Filipinas arrasó ciudades enteras. La emergencia mundial por la devastación que causó, con vientos superiores a los 300 km./h., despertó la solidaridad mundial y la Familia Salesiana se unió a las labores de socorro desde el primer momento. Hoy, los resultados de la reconstrucción gracias a la generosidad de todos los ambientes salesianos es una realidad.
Las cifras de la tragedia continúan siendo escalofriantes. El tifón, en cuestión de horas, dejó casi 6.500 muertos y más de 1.000 personas desaparecidas. Sus consecuencias afectaron a 16 millones de personas y más de un millón de viviendas quedaron destruidas o gravemente dañadas.
Desde el primer momento, los centros salesianos de Manila y Cebu fueron designados lugares de recogida de suministros de socorro y alimentos envasados, y también los puntos de encuentro de voluntarios para el reparto de la ayuda de emergencia. Las instalaciones salesianas fueron nombradas por las autoridades Centros Oficiales de Ayuda y en los primeros días se repartieron más de 3.000 kits de emergencia.
Más de 5 millones de afectados fueron niños y casi una tercera parte podía sufrir riesgo de desnutrición al verse desplazados de sus hogares o haber quedado huérfanos.
Ante la magnitud de la destrucción, los misioneros salesianos, con la ayuda de alumnos, profesores, familiares y miembros de la Familia Salesiana de Filipinas llegaron a más de 200.000 personas en la primera etapa de la emergencia (principalmente alimentos, medicamentos, ropa de abrigo y lonas para refugiarse en la calle).
Una segunda fase consistió en la continuidad de las ayudas y en el inicio de los proyectos de reconstrucción y rehabilitación de hogares. Transcurrido medio año del paso del tifón, gracias a las organizaciones vinculadas a los Salesianos ya se habían reparado los tejados de más de 1.300 casas.
La tercera etapa, desarrollada durante el último año, comprendía finalizar la reconstrucción y la edificación de nuevas infraestructuras, además de mantener la ayuda a las familias damnificadas proporcionándoles nuevos medios de vida.
Según los misioneros salesianos, “aún queda mucho por hacer para que recobren la normalidad en sus vidas. Después de la rehabilitación material, ahora estamos en la reconstrucción de sus vidas, especialmente para los jóvenes que con proyectos de educación y formación profesional que les abran las puertas al futuro”.