LA VANGUARDIA del domingo 14 de diciembre, ha publicado una reflexión sumamente interesante y actual. Interesa, sobre todo, a los padres y a los educadores en general. Francesc Bracero nos ha explicado que, sin darnos cuenta, nuestro cerebro evoluciona continuamente porque necesita adaptarse a situaciones cambiantes, ahora también a causa del influjo de Internet. Pero no es solo el cerebro el que evoluciona, sino que, con el cerebro, toda la persona vive un proceso de cambio que la transforma profundamente.
La analista cultural Sherry Turkle, estudiosa del impacto de la tecnología en nuestra manera de actuar, lo afirma sin tapujos: «Estos pequeños dispositivos que llevamos en nuestros bolsillos son tan poderosos psicológicamente que no solo cambian lo que hacemos, sino que cambian lo que somos».
Cada día por la mañana, en el autobús que me conduce al lugar de trabajo, observo con curiosidad el comportamiento de los jóvenes que se desplazan en dirección a las escuelas de la parte alta de Barcelona. El primer gesto, apenas han subido al bus, es acudir al bolsillo o al bolso y sacar el móvil. Han de ocupar los pocos minutos que dura el trayecto. A menudo son compañeros que van a la misma escuela y se conocen, y quizá incluso son amigos, pero parece que cada uno espera más de la tecnología que de las personas que tiene al lado. Este fenómeno es más común de lo que los adultos a menudo imaginamos. Basta que mantengamos los ojos abiertos. Para muchos, la conexión a Internet es más útil para evitar la sensación de soledad que la conversación directa con las personas con las que convivimos.
Nadie pondrá en duda las ventajas de la tecnología, sin la cual no podríamos hacer muchas cosas que se han hecho necesarias, pero es posible que no seamos conscientes de que, en las escuelas, los adolescentes y jóvenes también tendrán que aprender a dominar el uso de la tecnología y evitar hacerse esclavos del móvil.
¿Solucionamos el ‘problema de los móviles en las escuelas’ con una simple prohibición? ¿Somos conscientes de que, hoy, los adolescentes ya no pueden ‘vivir’ sin el móvil, y que una escuela sin móviles puede convertirse en un ‘mundo irreal’ para ellos? ¿No seremos capaces de convertir los móviles en un recurso educativo, superando la tentación de considerarlos un obstáculo que debe ser evitado totalmente?