San Pablo VI, el papa que amaba a los salesianos

14 octubre 2018

Giovanni Battista Montini, quien fuera el Papa Pablo VI aquel 21 de junio de 1963 acaba de ser declarado santo. Fue el Cardenal Ottaviani quien dio el anuncio de la elección del nuevo Papa, le fue suficiente pronunciar el nombre de pila: “Joannem Baptistam…” para despertar en la multitud congregada en el Vaticano un larguísimo aplauso.


A lo largo de su vida, el Papa Pablo VI siempre mostró un fuerte afecto por la Familia Salesiana. El padre del Santo Padre Pablo VI, Giorgio Montini, tuvo una gran devoción por Don Bosco y junto al escritorio tenía la foto de Don Bosco con una inscripción: “En la muerte recogeremos los frutos de las buenas obras”. “Es un dicho de Don Bosco, que me quedó grabado textualmente en mi corazón”, dijo el Santo Padre en la audiencia y en el saludo a los salesianos del Capítulo General, el 26 de enero de 1978.


Fue un salesiano, el sacerdote Antonio Cojazzi, quien hizo madurar la vocación salesiana y misionera de un primo del futuro papa y, durante su breve servicio como empleado de la Nunciatura en Varsovia, el P. Montini admiró el trabajo de los salesianos en esa tierra: fue a Oswiecim para la inauguración de una escuela salesiana, se detuvo en Cracovia con los salesianos y conoció la futura parroquia de Karol Wojtyla. En Roma tuvo relaciones cordiales con los salesianos de la comunidad que la Congregación tiene en la Santa Sede y con algunas comunidades de los “Castelli Romani”, y compartió la alegría por la beatificación de Don Bosco en 1929 y la canonización del Santo de los jóvenes en 1934.


En el servicio en la Secretaría de Estado del Vaticano, apoyó directamente el trabajo de la Familia Salesiana Romana en favor de los menores necesitados, particularmente a través del Borgo Ragazzi Don Bosco. Como arzobispo de Milán, tuvo la misma predilección por los jóvenes de la obra San Agustín y de las Hijas de María Auxiliadora presentes en el lugar. A los Salesianos les encomendó el reformatorio juvenil de Arese. Este reformatorio era un lugar complicado, pero se la dio a los salesianos, confiando en que serían capaces de recuperar a aquellos jóvenes en riesgo.


Como Papa, pudo medir las dimensiones globales del trabajo salesiano, determinar la relevancia del método salesiano para las necesidades de los jóvenes y cultivar relaciones con salesianos activos en la curia.


En 1978 se dirigió a los salesianos del XXI Capítulo general: “Sed bendecidos… Llenaos de las gracias, que el Señor os desea lo mejor… ¡Sed verdaderamente salesianos! Entre las muchas reuniones nos conmueve de una manera especial y nos da la alegría y esperanza que la Iglesia de hoy sea verdaderamente la Iglesia de Don Bosco, una Iglesia viva”.

 

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