La sobriedad y la moderación nos ayudan a usar las cosas según para lo que sirven y en la medida en que sirven. Todo exceso, al final, hace infeliz a las personas.
Con frecuencia sucede que los padres manifiestan oposición frente a las opciones de sus hijos y éstos resultan contrariados preguntando por qué no pueden estar a la moda, o no pueden navegar sin límites en Internet, o jugar indefinidamente desde el computador. Es importante transmitirles el principio que cuando se les dice sí a todo lo que piden, o a todo lo que otros les proponen, se están uniformando con los demás y caen de esta manera en el anonimato, llegando a veces a la despersonalización. Quien dice sí a todo, en el fondo demuestra lo poco que le interesan los demás. En cambio, dar a veces un ‘no’, exige buscar un lugar en el mundo, un modo de ser y de comportarse.
Si la pareja se compromete a ser sobria, moderada y además lo hace con alegría y paz en el alma, entonces los hijos tendrán un incentivo para asumir el mismo estilo de vida.
Entonces el modo más sencillo y natural de transmitir las virtudes de la sobriedad y la moderación es el ejemplo del ambiente familiar. Si los hijos notan que los padres renuncian a lo que a veces parece un capricho o sacrifican su descanso con tal de ocuparse de la familia, asimilarán el significado de estas acciones. Es cierto que cuando los padres de familia viven sobriamente, resultará más fácil transmitir los valores por medio de comportamientos concretos. En realidad, vivir y transmitir la sobriedad y la moderación, no quiere decir cargar a los hijos con un peso insoportable, sino, prepararlos para la vida.
Cuando una familia asume la sobriedad y la moderación como estilo de vida, le resulta más fácil dedicarse a diversas obras de servicio social y ayudar a los más pobres. San Juan Pablo II, en la Familiaris Consortio indicó la importancia de asumir en nuestra sociedad, la hospitalidad en todas sus formas, de abrir la puerta de la propia casa y del propio corazón a las necesidades de los hermanos, de comprometerse en forma concreta para que cada familia tenga un techo seguro, como ambiente natural que la conserva y la hace crecer.