Es fácil que un profesor aburrido aburra, al igual que es fácil que un profesor entusiasta entusiasme. “Ahora me gusta levantarme por la mañana, me levanto contenta, aunque suene mal”, cuenta simpática una estudiante de 14 años en un centro de Córdoba apenas una semana después de empezar las clases. El curso pasado era absentista, se dormía en el aula, suspendía asignaturas, gritaba a sus profesores en su instituto. “Yo me levanto más feliz”, replica digno su compañero, de similares características. Los dos forman parte de un programa, gestionado por la Fundación Don Bosco, que mediante una excepción de la Inspección Educativa andaluza les permite estar escolarizados, pero sin hacer la Secundaria. Cada curso, 13 menores cordobeses con situaciones complejas acuden a este centro para retomar sus itinerarios escolares o laborales más adelante y a recomponerlos como personas.
El sistema educativo español, con la tasa más alta de abandono temprano de la UE, no siempre tiene respuestas para atenderlos. En los centros de primera y segunda oportunidad se gestiona la educación desde un modelo pedagógico más individualizado y basado en un refuerzo en competencias básicas y laborales. Es un modelo implantado por comunidades autónomas que se va adaptando a las distintas normativas y políticas específicas de Educación. Con el objetivo de compartir experiencias y conseguir ser centros con un modelo reconocido para la formación de calidad surgió este 2016 la Asociación Nacional de Escuelas de Segunda Oportunidad, que forma parte también ya de una red europea de similares características.
En estos centros suelen entrar menores con circunstancias personales complejas, que por un ritmo cerrado de un currículo programado que cumplir hace que se pierdan entre la mayoría de los compañeros y las clases de apoyo no inciden lo suficiente en sus perfiles. Los alumnos no pueden prestar la misma atención en clase si la familia está desestructurada, si no se entiende del todo el idioma, si no se ha dormido o comido adecuadamente… “El sistema da por hecho que yo estoy bien, no te permite estar mal. Si hay alguna circunstancia que te haga desequilibrarte y no alcanzar los objetivos en plazo te vas haciendo único. Empiezas a sentirte incapaz, a bloquearte”, plantea el director de desarrollo de proyectos de este centro, Francisco Alcaraz, que sitúa a la motivación y el tratamiento individual de cada menor como claves para no inculcar en ellos sensación de fracaso.