“Mi vocación se ha ido gestando a lo largo de los años y se sigue gestando”

2 diciembre 2016

¿Quién es Pepe Alamán?
Soy de un pequeño pueblo (Barbués) de la provincia de Huesca. Allí, a los 9 años, el cura me preguntó, delante de mi madre, si quería ser cura (por algo lo diría). Yo contesté que ni hablar. Tres años después, en Salesianos de Huesca, uno de la comunidad me dijo si quería ser salesiano (por algo lo diría también). Y contesté que sí. Cuando se lo comuniqué a mis padres, a la pregunta de mi madre (“¿cómo es que al cura le dijiste que no y ahora dices que sí?”) respondí: “Es que no es lo mismo ser cura que ser salesiano”. Seguramente no sabía lo que decía, pero recuerdo que eso es lo que dije. Después de mucho tiempo -mucho- ese hecho cobró sentido para mí. Algo había (¿por qué no creerlo así?) El caso es que soy salesiano y no soy cura.

En este momento vivo mi vocación en una comunidad pequeña en un barrio sencillo (La Mina, en Sant Adrià de Besòs, provincia de Barcelona). Mi misión es colaborar en la vida y en los proyectos de la comunidad (en la parroquia, en la plataforma social, en la vida del barrio, de la escalera…). Por otra parte, coordino un equipo desde el que hacemos ofertas que ayuden a hacer procesos de oración y de interioridad a las personas y equipos de nuestras obras. Y es el tercer año que tengo la suerte de coordinar la Pastoral de la Zona Norte de la nueva Inspectoría Salesiana de María Auxiliadora, lo cual supone estar presente en muchos momentos de encuentro de diferentes colectivos y equipos, visitar centros, coordinar los Grupos de Fe, estar presente en el MJS, y, por supuesto, participar en todos los trabajos de coordinación y reflexión del Equipo de Pastoral de la Inspectoría, con todo lo que eso implica.

Tengo que decir que cuando me preguntan a qué me dedico me cuesta decirlo con pocas palabras. Pero lo que soy se puede resumir en: religioso salesiano, no sacerdote, vivo en comunidad, y con una misión educativa y pastoral… variada.
 
¿Cómo conociste a los salesianos?
Los conocí en Huesca, en el Colegio Salesiano, a donde a mis 12 años fui a estudiar como interno. Creía que no había más salesianos que los de Huesca… luego ya vi que no.
 
¿Cómo surgió tu vocación de Salesiano?
Supongo que en aquel primer momento que he comentado anteriormente. Pero      mi vocación se ha ido gestando a lo largo de los años, y se sigue gestando. ¿Una clave que me ha ayudado (y que me ayuda)? ESTAR.

     Estar ante el Padre, en oración, “dejándome trabajar”.
     Estar atento a mi persona, observar, para conocer y rectificar, cuando es necesario.
     Estar entre jóvenes, escuchar, acoger, proponer…
     Estar implicado en la vida y proyecto de la comunidad, compartir, comunicar.
     Estar en proceso… para permanecer, que no es fácil, en cada uno de esos “estar”: cuando alguno falla, todo se resiente.
 
¿Qué episodio de la vida de Don Bosco te llama la atención?
Me llama la atención todo su proceso de discernir cuál sería su vocación, hasta dar con ella, dejándose llevar por el Espíritu (que le habla a través de personas, de acontecimientos…); y el empeño, la constancia y la sinceridad que pone en ello. Todos los episodios concretos tienen que ver con ese buscar la voluntad de Dios en su vida, con todas las consecuencias.
 
¿Cómo ves a los jóvenes de esta generación respecto a la iglesia?
Dentro del colectivo “jóvenes” hay una gran variedad. Los que yo trato y conozco (que no son pocos) de nuestro ambiente salesiano, y de otros ambientes, saben reconocer una presencia de Iglesia cercana, que los ve con cariño, y que los implica y les ofrece un sentido a su vida. Otros no, naturalmente, y por razones diversas: unos no lo quieren reconocer, otros no han tenido experiencias positivas con gente de Iglesia, y otros sólo conocen los tópicos con los que algunos medios y parte de la sociedad alimentan una imagen manipulada (porque no es del todo real) de la Iglesia.
 
¿Qué crees que les diría Don Bosco a los jóvenes actuales?
Siempre es un atrevimiento contestar a eso de “qué diría Don Bosco”. Posiblemente, que crean en ellos, que no se dejen manipular, que se impliquen en la transformación de lo que ven injusto, que busquen un sentido a su vida basado en la entrega a los demás… y que ese sentido lo puede encontrar, si quieren, en Dios, que les presenta una oferta de plenitud basada en una “sencilla felicidad”.
 

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