«El padre Francesco Cremon en Chad»

6 octubre 2016

El padre Francesco Cremon es un sacerdote salesiano italiano de 76 años que ha trabajado 15 años en una zona rural en el este de Chad. Los destinatarios de esta misión de Sarh son gente muy pobre. Pueblos de cuatro casas unidas por senderos dentro de la sabana subsahariana. La gente va de un pueblo a otro caminando bajo un sol terrible, con temperaturas de más de 40 ° C.

La gente vive de las cosechas de mijo después de la lluvia y durante todo el año comen a base de este cereal. Él visita la gente con la moto y atraviesa ríos con pequeñas barcas. A veces, se detiene en una casa para beber un poco de agua que no sabes de dónde sale.
 
El padre Francesco es conocido y querido entrañablemente por toda esta gente del vicariato de MMaïbo porque lo ven como un padre: pozos y huertos para el desarrollo humano, las primeras grandes plantaciones y graneros, escuelas comunitarias para los niños, asistencia sanitaria con las hermanas combonianas , formación catequética a los primeros cristianos para que sean animadores de las primeras comunidades cristianas. Es difícil imaginar este trabajo en estas condiciones donde te cansas enseguida. El padre Francesco, como tantos misioneros, se acerca a los pueblos para comer con ellos y compartir lo que son.
 
Hace un año Francesco ha tenido un problema de riñones. Unos dolores fortísimos le obligaron a marchar a Italia. Los médicos le han encontrado los riñones muy delicados y le aconsejan dejar las misiones. El calor, las aguas no potabilizadas, las pequeñas enfermedades pueden complicar fatalmente las cosas. Su edad ya no es para ir de aventuras. Francesco, quince días después de salir del hospital, volvía a estar en Sarh para vivir con sus amigos. Ya lleva unos meses y está muy cansado. No puede visitar los pueblos ni hacer el trabajo de antes pero está cerca de los que lo quieren y de sus queridos.
 
El padre Francesco me hace pensar en la larga letanía de misioneros y misioneras que dejaron todo para ir a otros lugares donde se vivía con mucha menos calidad de vida pero bien contentos porque amaban y se sentían queridos por los nuevos hermanos y hermanas encontrados a causa de la misión. Lejos de casa han encontrado otra casa y otra familia y no pueden dejarlos. Están en su casa. En muchos casos, en estos contextos, han encontrado las enfermedades y los riesgos que en su casa no encontrarían pero el amor por esta gente ha sido más fuerte.
 

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