“Atender a todos los jóvenes es lo más salesiano que existe”

13 septiembre 2016

Mario José Pardos Ruesca, sacerdote, es el nuevo director del Colegio Salesiano Purísima Concepción-Manuel Lora Tamayo. Ya ha comenzado a trabajar tras su reciente toma de posesión y ya avanza algo de sus ideas y de su forma de entender el mensaje que dio Don Bosco, el fundador de la Obra.

El pasado día 2, en el transcurso de una Eucaristía celebrada en el Santuario de María Auxiliadora y  presidida por el inspector, el sacerdote salesiano Cristóbal López, tomaba posesión de su cargo el nuevo director del Colegio Salesiano Purísima Concepción-Manuel Lora Tamayo que además llevará la superioridad del colegio de Rota. Toma el relevo del pacense Antonio Fernando García Reyes que, tras seis años en Jerez, ha pasado a formar parte de la Comunidad Salesiana de Badajoz. 

—Como cura es la primera vez que vengo a Andalucía, pero estuve haciendo el noviciado en Sanlúcar la Mayor. Hace treinta años ya que hice los votos.  
 
¿Qué se ha encontrado en estos pocos días que lleva en Jerez?

—Dos grandes presencias porque, aunque parezcan pequeñas, tienen mucho movimiento. Primero la de Jerez, pero también la de Rota que llevamos desde esta comunidad. Sobre todo me he encontrado gente buena, sencilla y sincera y subrayo lo de sincera, muy dispuesta a colaborar y entregada a la Obra. Tanto los profesores como el personal de administración y servicios como la familia salesiana en todos los grupos, catequistas, jóvenes del Centro Juvenil, el teatro en Rota… Se ven casas salesianas con solera, con historia, con arraigo y, sobre todo, voy detectando, con mucho amor a la Virgen María Auxiliadora.    
 
¿Qué proyectos le traen a Jerez?

—No me traen los proyectos, me trae el Superior y, después, según uno encuentra no sé si la creatividad, la imaginación, no creo que sea la inteligencia, o a veces el Espíritu Santo, según yo, dice conviene que aquello se mejore, se amplíe o que algunas cosas se eliminen porque no tengan futuro, pero eso hay que verlo por lo menos después de auno año, cuando uno ya tenga el criterio también de los salesianos de la comunidad, porque no es el director el que lo hace todo. Tiene superiores por encima y después hermanos que te acompañan en el gobierno y, sobre todo, en la animación de la casa.

Una casa, esta de Jerez a la que usted recién ha llegado, que está especialmente arraigada en la zona, en la provincia diría, por la Formación Profesional, desde aquellos primeros años en el antiguo Hospicio y hasta su llegada a la nueva ubicación en la barriada Icovesa.

—La Formación Profesional es mi delirio, y me perdonarán las demás etapas del colegio. Yo soy de Formación Profesional. Estudié en la antigua FP electrónica en un colegio salesiano de La Almunia de Doña Godina, en Zaragoza. He trabajado de director en Zaragoza, que tiene muchos ciclos formativos, fui clérigo, en el periodo de formación, en Cartagena, dos años, también con mucha formación profesional, y, por tanto, es un reto que no me asusta. Pero pensemos no solo en lo académico de la FP sino atendiendo, si fuese posible, en nuestras casas a esos jóvenes, a todos esos jóvenes que a veces andan sin inquietud, sin expectativas, sin esperanzas  que, en este tiempo, son muchos por la cantidad de paro que hay y las pocas salidas profesionales que se encuentran. Atender a todos, aunque no sea en la enseñanza reglada, es lo más salesiano que existe, no en vano Don Bosco cuida este aspecto, lo privilegia hasta el punto que fue el que firmó el primer contrato de trabajo de Europa. Ahí está en el Museo del Ayuntamiento de Turín, no en la congregación. Es el Patrono Universal de la FP y, por eso, los salesianos hemos de privilegiar no solo la educación formal, no solo la evangelización de los pequeñitos sino de aquellos muchachos que ya tienen una cierta mayoría de edad, aunque no sea siempre la legal, y a los que se les abre un mundo, hasta a aquellos que más cosas han tenido, aunque no son las mayoría  me imagino en este entorno, ante el que se les nota una desazón, una cierta desesperanza, o una desconfianza ante lo que ven sus ojos. El niño es niño, el adolescente tiene su mundo, pero cuando cumple 16, 18 ó 20 años empieza a descubrir el mundo que se les presenta como un reto. Lo importante es transmitirles que no hay que tener miedo al mundo, a la situación social  sino que deben formarse lo más posible, en aquello en lo que esté la vocación de cada uno, ya que no podemos hacer de un pastelero un mecánico o de un electrónico un enfermero. No se trabaja igual cuando uno se encuentra aquello en lo que puede ser feliz o se puede realizar más plenamente. Ayudarlos en ese campo de orientación y darles medios para que el día de mañana puedan ganarse la vida con su trabajo deseado, son voluntad y vocación.
 

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