El sol que nace de lo alto

9 septiembre 2016

El sol que nace de lo alto. (Luc, 1, 78) (Reflexiones litúrgicas de otra época)

De un tiempo a esta parte está muy agitado el mundo eclesiástico a altos niveles. Es cierto que siempre ha existido la contestación y la crítica en el seno de la Iglesia, algo que en sí no es negativo, con tal que se realce con el debido respeto y afán constructivo. Lo novedoso es que esas críticas provengan de quienes hasta hace poco eran los paladines de la ortodoxia, especialmente si la crítica va dirigida al mismo Papa. De lo mucho que se podría comentar sobre esto, voy a detenerme únicamente en el aspecto litúrgico.

Hace poco se soltó el Cardenal Sarah con unas propuesta litúrgica, propugnando un cambio de emplazamiento del altar, de forma que se recupere la orientación que tenía antes del Concilio. Lo que está debajo de esta propuesta es un cambio a la misa de Pío V, que ha sido la liturgia oficial de la Iglesia Católica durante quinientos años.

No creamos que se trata simplemente de unos retoques estéticos. Detrás de esto hay una visión de la Iglesia, de Dios, de la Liturgia, de los Sacramentos, enfin, de todo, que supone una vuelta al Concilio de Trento. En definitiva, un salto atrás de quinientos años. Y una desautorización del Concilio Vaticano II, considerado como el instigador de todos los males que afectan a la Iglesia. Lo que hay debajo de esta reclamación es un retorno al pasado. Veamos:

Una imagen de Dios más pagana que evangélica. Los partidarios de esta propuesta aducen que a Dios se le debe adorar mirando al oriente, y, para ello utilizan una exégesis bíblica muy discutible, como el recurrir a la expresión de Lc 1, 78: “El sol que viene de lo alto”, y otras, para argumentar que hay que situarse hacia el Oriente para dirigirse a Dios. No hay tiempo para detalles, pero esta exégesis cogida por los pelos es opuesta al mensaje Evangélico. Jesús dejó bien claro que Dios no está en ningún lugar. O mejor, su lugar privilegiado son los pequeños y los pobres.

Una idea sacralizada del sacerdote. Entendido como un intermediario entre Dios y los fieles. Según esta idea, el cura está entre la comunidad y la divinidad para favorecer las dádivas celestiales. Con ello volvemos al rancio clericalismo de siglos. Y esto quiere decir que los tímidos cambios que se han realizado desde el Vaticano II, en cuanto al papel de los laicos en la Iglesia, quedarán en papel mojado. Con ello se refuerza la concepción de la autoridad como poder -que viene de lo alto- y por ello mismo, se debe acatar sin rechistar. Y nos alejamos del ideal evangélico en el que “Quien quiera ser primero, que sea vuestro servidor” (Mt 20,26).

Anulación de la Asamblea: En este mapa mental, la asamblea no cuenta más que como consumidora de los dones del cielo. Se le anula cualquier protagonismo.. Su único papel es escuchar al sacerdote. El Vaticano dejó bien claro que en la Eucaristía el protagonista no es el Sacerdote, sino la Asamblea, dentro de la cual el ministerio sacerdotal tiene importancia insustituible, pero no única.
Interpretación unidimensional de la Eucaristía. La Eucaristía es entendida como un acto de piedad individual, para resarcir los pecados por medio del sacrificio de Jesús. Eso es cierto, pero no es la única dimensión. La Eucaristía es fiesta, asamblea, gozo compartido, renovación de la Cena del Señor, en la que todo el mundo debe participar. Es celebración y renovación del Misterio Pascual de Cristo, que dio la vida por toda la humanidad. Y la Comunidad lo celebra escuchando la palabra – no en latín, sino en lengua que se entienda- leyendo, cantando, comentando las lecturas. No es algo misterioso que realiza el sacerdote detrás de unas rejas, aplacando a un Dios lejano entre nubes de incienso.

Por todas estas razones y muchas más que no se pueden explicitar por problemas de espacio, muchos consideran que esta puesta en valor de la Misa de San Pío V no es una expresión del pluralismo eclesial, sino una vuelta al pasado, y una concesión a los sectores más integristas de la Iglesia, los cuales no se contentan con que se les haya autorizado a regresar a la liturgia de Trento, sino que ahora quieren obligarnos a todos a volver quinientos años atrás.

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