Cercanía del Papa y de la Iglesia a la gente del mar

8 julio 2016

 Texto del Mensaje para el Domingo del Mar 2016

Sentados cómodamente en el sofá de nuestra casa, nos es difícil comprender hasta qué punto nuestra vida cotidiana depende de la industria marítima y del mar. Si miramos a nuestro alrededor, en los lugares donde trabajamos y vivimos, nos daremos cuenta de que la mayor parte de los muebles y del material informático que utilizamos han sido transportados en barco, que nuestros vestidos han sido expedidos en contenedores que vienen de la otra parte del mundo y que los frutos que comemos llegan de otros países en contenedores frigoríficos, mientras que los petroleros transportan el petróleo y la gasolina para nuestros coches. Sin el comercio marítimo, la importación y exportación de bienes y productos terminados no sería posible.

También cuando decidimos que tenemos que disfrutar y relajarnos haciendo un crucero no nos damos cuenta de los miles de marineros que están trabajando para que todo salga bien y asegurarnos unas cómodas vacaciones.

Además, en la reciente situación de emergencia humanitaria en el mar Mediterráneo, algunas tripulaciones de barcos mercantes han estado en primera línea para intervenir y socorrer a miles de personas que intentaban llegar a Europa a bordo de embarcaciones inflables abarrotadas de gente y no aptas para navegar.

Casi 1.200.000 marineros provenientes de todo el mundo (la mayoría provenientes de los países en vías de desarrollo) a bordo de los 50.000 buques mercantes transportan casi el 90% de mercancías de todo tipo. La fuerza despiadada del mar y del océano expone a los buques a riesgos considerables, pero son los marineros los que “arriesgan la vida” bajo múltiples aspectos.

Su integridad física está amenazada porque no sólo les afectan los peligros de las fuerzas de la naturaleza sino también la piratería y los atracos a mano armada. El hecho de pasar de un país a otro, de cambiar y tener que adaptarse constantemente a nuevas situaciones sigue representando una amenaza importante para la seguridad de la tripulación. Su bienestar psicológico se ve amenazado cuando después de días y semanas en el mar se les niega el derecho a bajar a tierra firme y de abandonar el barco.

La vida familiar de los marineros está en peligro porque sus contratos les obligan a estar lejos de su familia y seres queridos durante meses e incluso durante varios años seguidos. Sus hijos crecen sin una figura paterna al lado y todas las responsabilidades familiares caen sobre los hombros de la madre.

La dignidad humana y profesional de los marineros se ve amenazada cuando son explotados con largas jornadas laborales y cuando su nómina tarda meses en llegar o, en el caso de abandonar su trabajo esta nunca llegará. La criminalización de los marineros es un problema grave puesto que, sobre todo en los últimos años, un cierto número de actividades marinas, que antes eran consideradas legales, han sido criminalizadas por culpa de algunos incidentes, tales come naufragios, contaminación, etc.

Alentados por el Papa Francisco quien llamó a los capellanes y voluntarios del Apostolado del Mar a ser “la voz de aquellos trabajadores que viven lejos de sus seres queridos y se enfrentan a situaciones peligrosas y difíciles”, como Apostolado del Mar nos encontramos al lado de los marineros que reivindican que sus derechos humanos y laborales han de ser respetados y protegidos.

Nos gustaría también hacer un llamamiento a los gobiernos y autoridades marítimas competentes para reforzar la aplicación del Convenio de la OIT sobre el Trabajo Marítimo (MLC 2006), especialmente la regla 4.4, cuyo propósito es “asegurar que la gente de mar empleada a bordo de buques tenga acceso a instalaciones y servicios en tierra que protejan su salud y su bienestar”.

Por último, con ocasión de la celebración anual de este Domingo del Mar nos gustaría recordar a todas las comunidades cristianas y a todos y cada uno de los cristianos lo importante y esencial que es la profesión de marinero y el sector del transporte marítimo para nuestra vida diaria. Nos gustaría hacer un llamamiento a los obispos, especialmente a aquellos de las diócesis marítimas para establecer y apoyar al Apostolado del Mar como “un signo visible de su afecto y atención hacia aquellos que no pueden recibir atención pastoral ordinaria”.

Mientras expresamos nuestra gratitud a los marineros por su trabajo, les encomendamos, a ellos y a sus familias, a la protección de la Virgen María, Stella Maris.

Cardenal Antonio Maria Vegliò, Presidente

Joseph Kalathiparambil, Secretario

 

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