VIVIR A FONDO | CICLO B – XX DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

12 agosto 2024

Jn 6,51-58

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

El evangelio nos presenta un auténtico discurso eucarístico. En unos momentos iniciales del cristianismo, en el que seguramente existiría polémica sobre el sentido último de la eucaristía, el evangelista nos presenta al mismo Jesús afirmando su presencia auténtica en el Pan y el Vino de la Eucaristía. La comunión tiene, entonces, un sentido profundo de intimidad de unión con Jesús (él habita en mí y yo en él). Grandes santos de la historia de la iglesia han insistido en la necesidad de celebrar habitualmente los sacramentos de la reconciliación y la comunión, porque la vida cristiana con sentido, coherente, sólo es posible desde esta íntima unión con el Señor.
Gracias Señor, porque en la última cena partiste tu pan y vino en infinitos trozos, para saciar nuestra hambre y nuestra sed…

Gracias Señor, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

Gracias Señor, porque nos amaste hasta el final, hasta el extremo que se puede amar: morir por otro, dar la vida por otro.

Gracias Señor, porque quisiste celebrar tu entrega, en torno a una mesa con tus amigos, para que fuesen una comunidad de amor.

Gracias Señor, porque en la eucaristía nos haces UNO contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra…

Gracias, Señor, porque todo el día puede ser una preparación para celebrar y compartir la eucaristía…

Gracias, Señor, porque todos los días puedo volver a empezar…, y continuar mi camino de fraternidad con mis hermanos, y mi camino de transformación en ti…

Extraído de: www.aciprensa.com

Está demostrado por la experiencia que los soportes más fuertes de la juventud son los sacramentos de la confesión y de la comunión. Denme un joven que frecuente estos sacramentos y lo verán crecer en la edad juvenil, llegar a la madurez y alcanzar, si Dios quiere, la más avanzada vejez con una conducta que será el ejemplo de todos los que le conozcan.

SAN JUAN BOSCO, Obras fundamentales, BAC Madrid 1978, pág. 169-170