Creemos que estás en medio de nosotros, Padre, y en nuestro interior;
creemos que el Espíritu de tu Hijo nos impulsa.
Te pedimos que no dejamos de estar abiertos al Espíritu,
y que sepamos escuchar sus insinuaciones.
Que venga sobre nosotros tu Espíritu
que nos ayude a conocer más a tu Hijo
a través de la Palabra que ahora escucharemos.
1. LEE…
¿Qué dice el texto?
Atiende a todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas. Para la comprensión del texto te pueden servir los comentarios que te ofrecemos a continuación.
Texto (Jn 20,19-23)
En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: «¡La paz esté con vosotros!». Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Él repitió: «¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros». Después sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos».
Comentarios:
El presente relato está pensado desde el cumplimiento de la promesa de Jesús. He aquí la dialéctica entre promesa y cumplimiento. Jesús había dicho: volveré a estar con vosotros (Jn 14,18); el evangelista constata: se presentó en medio de ellos (Jn 20,19). Jesús había prometido: dentro de poco volveréis a verme (Jn 16,16ss); el evangelista afirma: los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor (Jn 20,20). Jesús anunció: os enviaré el Espíritu (Jn 14,26; 15,26; 16,7ss), y tendréis paz ( Jn 16,33); el evangelista recoge las palabras de Jesús: la paz con vosotros… y recibid el Espíritu Santo (Jn 20,21ss). Jesús afirmó: voy al Padre (Jn 14,12) y el evangelista se encarga de recoger otras palabras de Jesús que significan el cumplimiento de lo que había prometido: voy a mi Padre, que es también vuestro Padre (Jn 20,17). En los discípulos de Jesús no solamente no existía predisposición alguna para aceptar la resurrección -se ha dicho muchas veces que el deseo ferviente de volver a ver a Jesús les había hecho caer en la alucinación de verle, inventando todo lo relativo a las apariciones- sino que estaban predispuestos para lo contrario. Como hijos de su tiempo creían únicamente en la resurrección del último día. Así lo expresa María cuando Jesús habla de la resurrección de Lázaro (Jn 11,24). Cuando se les anuncia que Jesús vive ni siquiera se entusiasman.
El relato sobre la Magdalena no puede ser más significativo ante el sepulcro vacío, lo único que se le ocurre pensar es en el robo (Jn 20,2. 13.15). Una vez convencida de la resurrección gracias al encuentro personal con el Resucitado, se lo anunció a los que habían vivido con él. ¿Resucitado? No la creyeron (Mc 16,11). En los de Emaús, la “esperanza” en la resurrección se manifiesta en su decisión de abandonar aquel asunto e irse a sus casas (Lc 24,22ss). Y cuando comunicaron a los demás su experiencia, el resultado fue el mismo: ni aun a estos creyeron (Mc 16,13). Su escepticismo en este tema era lógico. La increencia o no aceptación de la resurrección de Jesús por parte de sus discípulos tiene buenas razones que la justifiquen.
Es un acontecimiento que escapa al control humano; rompe el molde de lo estrictamente histórico y se sitúa en el plano de lo suprahistórico; no pueden aducirse pruebas que nos lleven a la evidencia racional. De ahí los argumentos tan distintos a los que emplea nuestra lógica. ¿Quién puede aceptar el testimonio de un joven, sentado a la derecha, que vestía una túnica blanca dado a las mujeres en el sepulcro (Mc 16,5), que en relato de Mateo se convierte en un ángel (Mt 28,5)? ¿Es más verosímil el relato de Lucas que habla de dos hombres que se presentaron ante ellas con vestidos deslumbrantes (Lc 24,4) o el de Juan que convierte a esos dos hombres en ángeles (Jn 20,12)? ¿Quién de los cuatro tiene la razón? Todos y ninguno. Todos porque los cuatro afirman que la resurrección de Jesús es aceptable únicamente desde la revelación sobrenatural. Tanto los vestidos blancos como los ángeles hacen referencia al mundo de lo divino. La única diferencia es que Lucas y Juan duplican los testigos porque trabajan más con la categoría del testimonio y para que éste fuese válido se requería que, al menos, fuesen dos. Ninguno, porque las cosas no ocurrieron así. Estamos en el mundo de la representación.
2. MEDITA…
¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?
Sugerencias:
” Tengamos el coraje, al menos una vez, de dejarnos habitar por el “viento”…, “un viento recio”, por el “fuego…”,
El viento y el fuego se divierten, sirviéndose de nosotros como instrumentos gozosos de la vida. Son incontrolables, imprevisibles, no programables…, son el Espíritu de Dios.
• ” Paz a vosotros “
• ” Recibid el Espíritu Santo “
3. CONTEMPLA Y REZA…
¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…
Sugerencias:
• Me regalas, Señor, el Espíritu Santo. Que no
sea mayor mi cobardía que su fuerza.
4. ACTÚA…
¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?
5. COMPARTE…
Si la Lectio se hace en grupo, podéis compartir con sencillez lo que cada uno ha descubierto, para enriquecimiento del grupo.
6. DA GRACIAS…
Puedes acabar este momento con una oración: expresa a Dios lo que has vivido, dale gracias por lo que te ha manifestado, y pide al Espíritu que te haga pasar de la Palabra a la vida.
Te damos gracias, Padre, por este momento de oración,
por todo lo que nos has hecho llegar con tu Palabra.
Que todo lo que hemos recibido no quede inerte dentro de nosotros,
sino que crezca para poder ser transmitido a los demás.
Fuente Oración: Evangelio al día 2024 Ed. CCS