La tarde de ese mismo domingo, los discípulos en una casa con las puertas cerradas por miedo a los judíos, entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros.», Les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Él les dijo: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »Entonces sopló sobre ellos y les dijo:« Recibid el Espíritu Santo. A todos aquellos a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; se los retengáis, les quedan retenidos. »
Estaría bien hacer un tiempo de oración más profunda, tratando de escuchar lo que el Espíritu puede suscitar en mí y que quizá no tengo condiciones de escuchar en la prisa diaria.
Educar la mirada: lograr «ver» al Espíritu actuando en tantas cosas como Él mueve y dirige…
No dejarnos deslumbrar por todos los que se remiten fácilmente al «espíritu» y en su nombre se apartan del compromiso del amor, de la atención a los pobres…
Ven, Padre de los pobres, llena nuestros corazones,
enciende en nosotros la llama de tu amor.
Ven, Espíritu creador, renuévanos,
igual que la tierra se renueva cada primavera
para preparar las cosechas del verano.
Ven, Luz y Fortaleza,
aparta de nosotros la rutina,
el miedo al riesgo, la desesperanza.
Ven, Espíritu del Señor Resucitado,
haznos vivir siempre su vida.
Ven Espíritu de Dios sobre mí
Me abro a tu presencia
Cambiaras mi corazón
Toma mi debilidad
Tomo todo lo que soy
Pongo mi vida en tus manos
Y mi fe
Poco a poco llegaras
A inundarme de tu luz
Tú cambiaras mi pasado
Cantaré
Ven Espíritu de Dios sobre mí
Me abro a tu presencia
Cambiaras mi corazón
Quiero ser signo de paz
Quiero compartir mi ser
Yo necesito tu fuerza
Tu valor.
Quiero proclamarte a ti
Ser testigo de tu amor
Entra y transforma mi vida
Ven a mí.