Creemos que estás en medio de nosotros, Padre, y en nuestro interior;
creemos que el Espíritu de tu Hijo nos impulsa.
Te pedimos que no dejamos de estar abiertos al Espíritu,
y que sepamos escuchar sus insinuaciones.
Que venga sobre nosotros tu Espíritu
que nos ayude a conocer más a tu Hijo
a través de la Palabra que ahora escucharemos.
1. LEE…
¿Qué dice el texto?
Atiende a todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas. Para la comprensión del texto te pueden servir los comentarios que te ofrecemos a continuación.
Texto (Mc 1,40-45)
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.» Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grades ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.
Comentarios:
La oración relanza a Jesús a su misión, que ahora se extiende por toda Galilea. Las fronteras de Cafarnaún quedan suprimidas. Pero la acción de Jesús pretende abolir toda clase de fronteras: aquellas que dividen a los hombres. Esta idea parece ser la que mueve al evangelista a introducir aquí el relato de la curación de un leproso, que, sin indicación alguna de lugar ni de tiempo, se convierte en el vértice y resumen de los relatos de milagros narrados hasta ahora. El leproso era, en efecto, el marginado y segregado por antonomasia (véase Lv 13, 45-46). La lepra era la mayor muralla social y, al mismo tiempo, una enfermedad que sólo Dios podía curar (véase Nm 12, 13). Ante la petición humilde del “impuro”, Jesús no repara en tocar lo intocable y, en lugar de quedar contaminado, comunica su propia “pureza”. El segregado queda reintegrado. Quien estaba abocado a la muerte recupera la vida. Es un gesto clamoroso y revelador. Aunque se pretende silenciar resulta imposible. El que experimenta el poder integrador y salvador de Jesús se convierte necesariamente en profeta.
2. MEDITA…
¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?
Sugerencias:
Extiende su mano hacia la suciedad, la enfermedad y la muerte … Toca lo intocable, lo excluido porque “quiere”
Para recuperar barreras, para que triunfe la misericordia hemos de “querer”, pero querer a personas, a seres concretos, a los cuales “tocamos”, acercamos nuestras manos y nuestro corazón cambiado.
• “Si quieres, puedes …”
• “Te quiero …”
3. CONTEMPLA Y REZA…
¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…
Sugerencias:
• Ayúdame, Padre, a aumentar mi amor,
paciencia y generosidad.
4. ACTÚA…
¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?
5. COMPARTE…
Si la Lectio se hace en grupo, podéis compartir con sencillez lo que cada uno ha descubierto, para enriquecimiento del grupo.
6. DA GRACIAS…
Puedes acabar este momento con una oración: expresa a Dios lo que has vivido, dale gracias por lo que te ha manifestado, y pide al Espíritu que te haga pasar de la Palabra a la vida.
Gracias, Padre, por lo que me has revelado con esta Palabra,
Ayúdame a progresar en el conocimiento de tu Hijo Jesús
y hazme dócil a la acción del Espíritu en mi vida.
Fuente (comentarios y sugerencias): http://www.siervas-seglares.org