Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertios y creed en el Evangelio.» Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo: «Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
A este anuncio, se le une la llamada de los primeros discípulos. Este cambio que Jesús predica con palabras y con su vida, se manifiesta en el texto con el cambio de profesión de esto hombres, con las renuncias que hacen al optar por esta forma de vida. De esta forma, el evangelista nos quiere recordar que la conversión al Reino de Dios conduce al seguimiento y al discipulado. A las dos cosas a la vez: seguir a Jesús implica también aprender a vivir como él.
Como cristiano, seguidor y discípulo de Jesús…
¿Miro la vida, la sociedad, las relaciones,… desde la óptica de Dios?
¿He cambiado en mi vida cosas por este proyecto?
¿En qué se nota que soy discípulo y seguidor de Jesús?
(Gregorio Nacianceno, Alabanza de san Cipriano, 3)